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Decía Cela que no hay que confundir la paciencia con la renunciación. Lo recuerdo ahora porque 'Resistiré', uno de los himnos iniciales del confinamiento que todos canturreamos alguna vez, aunque sea por lo bajini, está inspirado, según palabras de Carlos Toro, autor de la letra, ... y del Dúo Dinámico, autores de la música, en una frase muy célebre de Cela: «En España, el que resiste, gana». Justo el título de su discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias el año 1987.
Yo creo que la paciencia es una virtud muy recomendable para la encrucijada del coronavirus porque, puestos a aceptar el paralelismo bélico, se asemeja a todos los soldados rasos que forman la clase de tropa –igual que usted, que yo o que cualquier vecino– a quienes no se nos exige esfuerzos peligrosos, únicamente el de permanecer quietos, es decir, confinados, recluidos, en la posición que determinan los jefes y oficiales. Lo sabía bien Leopardi: «La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo».
El pasado sábado contaba el escritor Iñaki Uriarte, entrevistado por Alberto Moyano, que él no se aburre nunca cuando está solo pero sí cuando está con gente aburrida; aunque lo que más le aburre del mundo «es el tiempo que pasa entre que te empiezas a despedir en una reunión de gente hasta que te vas de una puta vez. Ahí pasa un cuarto de hora terrible» añade Uriarte, «en el que ya no estoy ahí, pero a la vez estoy».
La realidad resulta en ocasiones bastante contradictoria. Los ingleses acusan a los españoles de ser los únicos europeos capaces de malgastar media hora cediéndose el paso delante de una puerta pero salen del servicio de caballeros abrochándose la bragueta. ¿Quién no ha contemplado una escena similar? Yo también soy firme partidario del viejo proverbio popular: «Las despedidas, cortas».
Al final del trance pandémico, quizás la primera constatación colectiva será que la paciencia exhibida por millones de españoles tiene que ver más con la esperanza ilusionante que con la renunciación o el aburrimiento. Sé que durante todas estas semanas en muchos hogares la reclusión se está viviendo como un mal menor revestido de miedos, de pesimismo. A la fuerza ahorcan. Pero creo que ganan las casas en que las dificultades se sobrellevan con ánimo y espíritu solidario. Por no hablar de esas otras en que las horas transcurren entretenidas con series televisivas, películas, lectura, o simplemente repanchingados en el sillón…
Del primero al último sabemos quiénes son, de verdad, los auténticos héroes de la pandemia: los sanitarios, los transportistas, los empleados de supermercados, el personal de limpieza, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los trabajadores de los sectores esenciales… No el Gobierno ni los miembros de la oposición. Todos aquellos que además de mostrar a diario paciencia y valor, se están jugando la vida por el bien común.
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