Hace unos años, Wilfried Stuckmann y su esposa decidieron recorrer el norte de España en un viaje de turismo. Cuando llegaron a León, los turistas alemanes se quedaron maravillados de su alojamiento. La fachada plateresca resplandecía, y la balconada barroca parecía un cuento de la ... Edad Media. Habían reservado mediante una plataforma de la red una habitación en el Parador Nacional de San Marcos, el antiguo convento del siglo XVI. Era el mes de abril, y su visita coincidía con la Semana Santa. La pareja se tomó una copa en la plaza Mayor, vio una procesión y al día siguiente, después del desayuno, visitaron el claustro donde a través de unos carteles se conoce la historia del Hostal de San Marcos, incluida la etapa de la Guerra Civil, 1936 a 1940 en el que el edificio se convirtió en campo de concentración.
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El alemán se quedó paralizado cuando supo que había dormido en un lugar donde las piedras albergaban tanto dolor. Elevó una queja a la plataforma por no ponerle al corriente de la relevancia de aquel hecho. Se le devolvió el dinero que Wilfried donó a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Pero en España hubo mas de 300 campos de concentración que no están señalados ni en los mapas… En Alemania, esa lección se la tienen muy bien aprendida. El ciudadano debe tener mucho cuidado con las palabras que añade a un conversador, después de que haya expuesto su opinión. Ni fachas, ni rojos, ni cebolletas en vinagre. Si lo haces, puedes vivir con una mancha en tu expediente que solo se lava con cursillos continuos hasta que aprendes a conjugar el verbo respetar. Los niños alemanes visitan un campo de concentración al menos una vez. Allí les cuentan 'in situ' lo que sucedió en su país. Lo hacen para recordar el itinerario de los inadmisibles errores que se produjeron.
El recién inaugurado Memorial de las Víctimas en Vitoria es una iniciativa imprescindible y necesaria, y ojalá que nuestros niños hagan la ruta de ese despropósito que cercenó el corazón de todos. El Gobierno matiza: «El objetivo de esta iniciativa, teniendo en cuenta su origen, no es ofrecer un enfoque integral sobre la memoria o las víctimas, sino recoger una realidad sobre las víctimas del terrorismo». Sobran los matices, los muertos, el escalofriante zulo en el que estuvo Ortega Lara, la foto del periodista López de Lacalle tapado con una sabana en una calle mojada de lluvia, con el paraguas volteado y la bolsa de periódicos. Sobran los pronombres personales, y falta, como en Alemania, una didáctica de respeto en la que, por muchas vueltas que dé la política, se sepa que la vida y la dignidad no pueden arrebatarse.
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