Ibarrola

Memoria sí, historia también

Negar la existencia de víctimas del fanatismo y de la intolerancia en la retaguardia republicana es, simplemente, negar la historia. No se puede humillar a unos y ensalzar a otros

Miércoles, 16 de diciembre 2020, 07:36

La memoria es un asunto personal, entiéndase personal como emotivo. Hay asuntos 'personales' que son también colectivos. Tus recuerdos, los de tu familia, el abuelo asesinado víctima de la intolerancia, víctima del rencor y muchas veces del interés. Todo ello es una huella imborrable en ... el alma de las familias y de los colectivos. Esa memoria merece ser conservada, respetada y honrada. Eliminar esas cicatrices es una noble tarea y una obligación de las administraciones. Respetar la dignidad de las víctimas y sanar las heridas es una tarea que compromete a nuestra administración. Por esa razón colaboramos con las distintas asociaciones memorialistas en la búsqueda, exhumación, dignificación y significación de las fosas comunes que entierran en nuestra comunidad a esas víctimas.

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El golpe de estado que dio inicio a la guerra civil es un acto de fuerza y violencia inadmisible contra un régimen que, lejos de ser perfecto, era un régimen legítimo. Tan legítimo en el 36 como lo era en el 34. Octubre de 1934, cuando las organizaciones obreras protagonizaron una huelga general revolucionaria con el fin de derrocar a un gobierno que contaba también con una mayoría parlamentaria igualmente legítima. Nadie cuestiona esto. Sin embargo, negar la existencia de víctimas del fanatismo y de la intolerancia en la retaguardia republicana es, simplemente, negar la historia.

Esos abuelos, esas víctimas, no fueron menos injustas, menos sangrientamente ejecutadas. No se puede humillar a unos y ensalzar a otros. Hablamos de las víctimas de la retaguardia y no de los combatientes. Hablamos de Melquíades Álvarez líder del partido republicano, muerto en la saca de la cárcel Modelo, hablamos de los miles de religiosos sacrificados por el simple hecho de serlo, hablamos de todas las víctimas del fanatismo que causaron el espanto de ilustres republicanos como el propio Azaña, Clara Campoamor o Chaves Nogales. Colocar a todas esas víctimas en el bando de los vencedores, culpabilizarlas, 'explicarlas' o, simplemente, ignorarlas es un acto de amnesia, no de memoria.

«La tarea del legislador es evitar la repetición del drama. Evitar la exaltación del totalitarismo»

Las guerras nunca son civiles, son siempre inciviles. Las guerras llenan de dolor y odio a generaciones. Solo desde el conocimiento profundo y amplio de lo sucedido y desde un espíritu de concordia como el que animó la transición se pueden superar esos fantasmas. La Constitución del 78 y la transición significan el nacimiento de una nueva legitimidad. Una legitimidad que renunciaba a ambas legitimidades, la de los vencedores y la de la república, para construir una nueva y común. Es ese esfuerzo de concordia el que hoy se pone en jaque y sobre el que queremos advertir al gobierno con su proyecto de ley. Trazar una línea que separe el bien del mal en la historia es siempre tentador, pero no es tarea del legislador.

La tarea del legislador, y así la compartimos, es evitar la repetición del drama. Evitar la exaltación del totalitarismo, fomentar la tolerancia (no la intolerancia), luchar contra quienes atentan contra los principios de la democracia parlamentaria y los derechos humanos. El régimen de libertades en el que vivimos no es eterno. No es como el sol y la luna, que salen todos los días. Es una flor delicada y extraña que no se da en todos los lugares. Una flor que se marchita si no se cuida. Por eso hay que abonarla con una justicia independiente.

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Una justicia que nos asegure el imperio de la ley por encima del interés político de los gobernantes. Por eso hay que regarla con una libertad de prensa que permita a todos expresarse con libertad, sin coacciones y sin miedos. Por eso hay que podarla de quienes acosan, amenazan y amedrentan al adversario en lugar de intentar convencerle. En esa tarea de jardinería es imprescindible el conocimiento del suelo donde se planta esa delicada flor. La historia es ese suelo y la historia no es memoria, aún menos si esta memoria es solo la de unos. La historia es conocimiento y difusión de los hechos desde las fuentes originales. La historia está en los archivos, por eso es importante no desmembrarlos, como recomienda la propia ONU. Hoy decenas de opinadores, de uno y otro bando, opinadores que no se han tomado nunca la molestia de leer a los protagonistas, lanzan anatemas a quienes osan cuestionar la versión oficial, «su versión».

«No somos equidistantes entre víctimas y asesinos. Siempre estaremos con las víctimas»

Leer a Azaña, a Largo Caballero, a Gil Robles, a Campoamor, a Nogales o a José Antonio. Dejarles hablar, dejar hablar a los protagonistas y escucharles, volver a las fuentes, a los periódicos de la época, a sus noticiarios. Retornar sin las gafas de la memoria. Eso es buscar un suelo fértil y auténtico. Escuchar, sobre todo, a quienes silenció el ruido de las detonaciones y la furia. Escuchar a la mejor España, la que no quiso combatir. La que no quiso mancharse las manos con la sangre de su hermano, ni llamar al odio o a la venganza. La mejor y más silenciada de las Españas. La historia tiene que permitirnos poder comprender la memoria del otro. La historia no se debe construir contra nadie. Se debe de construir sumando las versiones, no eliminando las partes que no nos gustan.

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Estos días hay quien nos ha llamado equidistantes, no hay nada más falso. No somos equidistantes entre víctimas y asesinos. Siempre estaremos con las víctimas, nunca con los asesinos. No justificaremos la eliminación física del adversario, tenga el color que tenga. Por esa razón, no por otra, solicitamos al gobierno que estudie con detenimiento nuestras alegaciones y no caiga en la tentación de confundir su memoria con nuestra historia.

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