He leído que últimamente se ha incrementado el número de suicidios en casi todo el mundo incluyendo nuestro territorio, que también participa en esa estadística de muertes voluntarias. El confinamiento, el cierre temporal o definitivo de fábricas y comercios, la sensación de que la peste ... es el cuento de nunca acabar o la pérdida de un ser querido son algunos de los factores responsables de semejante tragedia. Sin embargo, es mucho más que una moda porque la historia está llena de inmolaciones que algunos estudiosos creen que es consecuencia de la melancolía.
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Hace algunos siglos, el problema preocupaba tanto a la Iglesia que incluso llegó al absurdo de convertirlo en un delito por el que al aspirante salvado in extremis podían hacerle de todo menos matarle, que era lo que él pretendía. La gran diferencia entre aquel tiempo y éste es que el asunto ha dejado de ser un pecado que la religión castigaba con penas de infierno y ahora es abordado por siquiatras y sicólogos.
Un par de compañeros de profesión decidieron quitarse del medio por las bravas de un día para otro: la chica se salvó porque alguien llegó a tiempo, pero el varón se fue para siempre. Recuerdo la desolación que provocó entre los colegas y, sobre todo, en su familia, incapaz de entender qué le había convertido en un ser melancólico.
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