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Un profesor de instituto, evidentemente decepcionado, se lamentaba en Twitter: «Ya ha pasado. He preguntado en una clase de bachillerato si sabían quién era Vargas Llosa y me han contestado que es el novio de la Preysler». ¡Zasca gordo! Peor que la respuesta de los ... alumnos son la ristra de sabidillos que, para demostrar que están al loro de la actualidad, aprovecharon para denigrar al autor porque no piensa como ellos: «Habrían acertado si responden que es un fascista». «Fascista, fascista, fascista» … ¡Hasta una docena he contado! Si para los alumnos lo más destacado del Premio Nobel de Literatura es su noviazgo con la Preysler es porque, evidentemente, ignoran su trayectoria y su obra, pero los otros, con respuestas uniformadas, que parecen llegadas del mismo frente, demostraban que, además de ignorar lo mismo que los alumnos, caían en la mala baba de juzgar al autor por su ideología política que, por cierto, nada tiene que ver con el fascismo.
Si ellos lo identifican en esa corriente es porque, además de no saber nada de literatura, ni de Vargas Llosa, también ignoran lo que es el fascismo. Pero volviendo a la respuesta generalizada de los alumnos, no deberíamos olvidar que cuando le concedieron el Nobel a Saramago, una ministra de Cultura mostró su contento porque «por fin se lo conceden a una mujer». La gente aprende en el aula, en la calle y, sobre todo, lo que sale del televisor. El profesor, si quiere decepcionarse más, que les pregunte por Belén Esteban o Jorge Javier Vázquez… ¡Mejor no preguntar!
Yo reseteé hace poco, durante un almuerzo con gente joven a la que quiero y por la que me sé querido. Cuestionaron algunos de los temas que abordo en este rincón de El Norte de Castilla, porque, según manifestaban, solo escribo para un sector «muy concreto, muy mayor y muy elitista». Se referían a una columna reciente, en la que pretendía dejar al descubierto el mangoneo de PSOE y PP, con la elección de vocales del CGPJ, porque ellos ignoraban lo que esas siglas escondían. No era una discrepancia de fondo porque ni siquiera era una discrepancia de superficie. Yo escribí sobre la renovación de vocales del Consejo General del Poder Judicial, estancada desde hace cuatro años por los intereses de los dos partidos, pero mis comensales negaban la mayor porque no sabían nada de eso y porque, además, no les interesaba.
¿Era un almuerzo con neolectores, iletrados, gente encastillada y apartada en un mundo marginal? No, todos titulados superiores, reconocidos en sus respectivos ámbitos profesionales y con brillantes expedientes académicos. Y no sabían qué es el CGPJ. No. Tampoco qué es el Consejo General del Poder Judicial.
Si yo ignoro qué son los polipéptidos, todo lo que me digan de ellos sobra y eso es lo que pasa con el CGPJ, con Vargas llosa o con ¿Sara Mago? Una mañana de mucho frío, en la Gran Vía madrileña, una enorme cola salía de La Casa del Libro. «¿Para qué es esta cola?». «Es que firma su libro Mario Vaquerizo». Viéndolo con algo de retranca, los alumnos llevan razón porque, efectivamente, Vargas Llosa es el novio de Isabel Preysler. Ojalá que él no se entere nunca.
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