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Antes, más, mejor
«En las residencias del Opus Dei se unía el ambiente universitario y el cristiano»
maite del riego
Viernes, 14 de febrero 2020, 07:26
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maite del riego
Viernes, 14 de febrero 2020, 07:26
Hace unos cuantos años escribí un libro sobre Encarnita Ortega, una de las primeras mujeres del Opus Dei. Una breve semblanza –Páginas de amistad– en la que participaron muchas personas que la conocieron. Disfruté con el trabajo y aprendí de ella y de sus muchos ... amigos cómo se construye la amistad y la gran influencia que tiene en la vida.
Encarnita es bien conocida en Valladolid, donde vivió la última etapa de su vida. El 5 de mayo de este año 2020 se cumplirán los cien de su nacimiento y el 1 de diciembre, los 25 de su muerte. El 26 de marzo de 2009 el Arzobispado de Valladolid inició su proceso de canonización, fase diocesana, que se clausuró el 20 de enero de 2012. Ahora, la causa se estudia en Roma.
El viernes 14 de febrero de este año 2020 se cumplirá el 90 aniversario de las mujeres del Opus Dei. Lo celebraré porque entre ellas me encuentro. Junto con el recuerdo de Encarnita me viene el de otras muchas mujeres que fueron, como ella, las de la primera hora. Lola Fisac, antes de terminar la guerra civil española; Nisa González Guzmán, una leonesa intrépida que abrió camino en Estados Unidos y Canadá; Sabina Alandes, en Argentina; Guadalupe Ortiz de Landázuri, recientemente beatificada, que trabajó en tierras mejicanas; y otras muchas.
Con el deseo de comunicar el mensaje del Opus Dei: santidad en medio del mundo por medio del trabajo ordinario, desplegaron buenas dosis de juventud, trabajo, aventura… Todo ello impregnado en el más hondo sentido de la fe cristiana: «Con Cristo, antes, más y mejor», decía San Josemaría. Y lo que empezó en un pequeño inmueble de Madrid se encuentra hoy en los cinco continentes
Aunque San Josemaría empezó la tarea de abrir el camino del Opus Dei a las mujeres el mismo 14 de febrero del año 1930, no se consolidó de forma estable hasta los años cuarenta, por las dificultades bélicas de España y del mundo.
A falta de lo más elemental, no les faltó a aquellas mujeres iniciativa y creatividad. Había que crecer deprisa, en ese preciso momento en que se abría una luz de esperanza y Europa se reconstruía.
Eran jóvenes y entre la juventud tuvieron el primer frente. Primero, España para pasar a Europa y lanzarse después al continente americano. Con la audacia que da la fe abrieron residencias universitarias. Lugares en los que junto a una seria dedicación al estudio se creaba un clima familiar muy comunicativo. Las residentes eran el principal aval para conseguir nuevas matrículas. En las residencias se unían el ambiente universitario y el cristiano con una gran libertad a las opciones de cada una. Una de estas residencias fue La Estrela, en Lisboa antigua; residen allí estudiantes de distintas etnias –India, África, Brasil– con una cordial amistad sin que las diferencias lo impidan.
Se abren a la vez centros educativos de formación profesional para mujeres trabajadoras. También este trabajo se dispersa por el mundo.
San Josemaría confió en ellas y su confianza generó la eficacia. Surgen ideas que se convierten en realidad. En Méjico, Martha –una residente– hace la tesis sobre el proyecto de la futura granja escuela que montarán en Tacámbaro, donde estudiarán campesinas de la zona. Carmuca Canals pasa un mes de agosto trabajando en un obrador de pastelería de Bilbao y se convierte en una magnífica profesora de cocina. Hubo quien se matriculó en la Real Fábrica de Tapices para sacar el título de oficial de primera y poder así dar clases o colaborar en la instalación de las casas con un buen ahorro de dinero. Otras aprenden cerámica en Manises. En Méjico ponen en marcha un laboratorio de análisis, con número de registro en primera categoría. Todas saben bien que no importa qué tipo de trabajo se realice –intelectual o manual–, pero siempre es necesaria la excelencia humana para servir a la sociedad y, con sentido cristiano, ofrecerlo a Dios.
En cada país, el Opus Dei adquiere el sello propio de la tierra. Las Cooperadoras prestan una gran ayuda, mujeres que sin pertenecer a la Obra están dispuestas a colaborar en lo que sea necesario. Como son autóctonas su aportación es muy valiosa para introducir en usos y costumbres de la tierra a las que llegan de otros países. En Estados Unidos lo hacen muy al estilo americano: para conseguir medios económicos organizan eventos llenos de imaginación, un año tendrá el título 'fall round up', un rodeo, el tradicional deporte ecuestre que allí entusiasma a jóvenes y mayores. Pronto cuentan con un buen número de Cooperadoras jóvenes y se dividen en senior y junior. Piensan todas ellas que la expansión será mayor con la protección de la Virgen y deciden coronar con flores, en mayo, a la Virgen en el jardín de la residencia de estudiantes Kenwood.
Es así como el Opus Dei echa raíces y crece por el mundo. La amistad, el trabajo profesional de cada una, las ideas ilusionadas y las manos dispuestas a poner con generosidad el incremento. A partir de la década de los años sesenta la Obra se extenderá por África, Asia y Australia.
Cuando se cumplieron los 20 años de su muerte, una amiga suya, periodista, que la conoció casi al final de su vida envía su mensaje de recuerdo de una amistad que no se ha quebrado. Dice así en uno de los párrafos:
«Seguro que a Encarnita Ortega la bendecía su Dios, y a mí ella me prestaba, entonces de cerca, y hoy desde ese lugar que ella llamaba «Cielo», su fuerza, su valentía, su consideración para los otros, y ese don para comprender las heridas de la vida».
Recientemente mujeres del Opus Dei han empezado a trabajar en Vietnam. El siglo XXI sigue siendo etapa de expansión contando siempre con el «antes, más, mejor» que añade el amor a Cristo. Nada tiene explicación sin contar con Él.
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