Ahora que Amélie Mauresmo es directora de Roland Garros se recuerda el día del beso. En 1999, tras vencer a Lindsay Davenport y pasar a la final del Open de Australia, se dirigió a la grada para besar a su novia. En la final perdió ... con Martina Hingis. La suiza la había calificado como «medio hombre», aunque tras ganar el torneo se disculpó. «Y ella es una estúpida», no media, contestó la francesa.

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Si Mauresmo fuera un hombre sería un hombre guapísimo. Más que Feliciano. Hoy llama alguien medio hombre a una lesbiana y a saber la que se monta. En la nueva versión de 'Sexo en Nueva York' ('And just like that') la hija de Charlotte dice que no se siente chica. Algo que parece casi obligatorio en una ficción que pierde los papeles por la diversidad.

La niña es un chicazo adorable. Lo mismo, como a Shiloh, luego le gustan los vestidos. O no. Pero andamos muy empeñados en no dejar que las niñas se desarrollen como lesbianas y los niños con pluma.

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