Mascarillas: ¿Adiós o hasta luego?
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«Muchos ciudadanos decidirán continuar utilizando el cubrebocas por precaución, pero para otros será un alivio»Dados rodando ·
«Muchos ciudadanos decidirán continuar utilizando el cubrebocas por precaución, pero para otros será un alivio»En una sociedad mediática, todo lo que no aparece como noticia no existe. Así de claro. Cuando surgen conflictos bélicos en países remotos, solo la llegada de las grandes agencias informativas internacionales consigue encender el foco sobre esos dramas y concitar la atención de la opinión pública. Cuando los periodistas se marchan, esa luz se apaga y el mundo continua girando ignorando el sufrimiento y el dolor de las guerras.
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La infame actuación de las tropas rusas en Ucrania está presente en cada telediario, informativo de radio o portada de periódico. Gracias a esa constante atención de los medios, los ciudadanos conocen el comportamiento despiadado de los soldados de Putin y el horror de unas actuaciones que merecen ser juzgadas por un tribunal internacional. Si se produjera un apagón informativo, la invasión pasaría automáticamente a un segundo plano y la gente dejaría de hablar de ella. Por eso en Rusia no se refleja mediáticamente esta despiadada operación militar y muchos de sus habitantes desconocen la verdadera realidad de la infamia.
Durante dos años, un peculiar portavoz sanitario llamado Fernando Simón se introducía en nuestros hogares a diario para narrarnos las consecuencias de la pandemia producida por la covid-19. Un día, el Gobierno decidió que había que 'gripalizar' el virus y, en consecuencia, finalizaron abruptamente las inefables intervenciones de este también director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Junto a ello se dejaron de ofrecer los datos de incidencia acumulada de los contagios a diario y, de manera inmediata, la pandemia pasó a un segundo nivel informativo dejando de abrir informativos televisivos y abandonando las primeras páginas de los periódicos. El virus continúa presente, la gente sigue muriendo, pero la atenuación informativa ha hecho que ya no forme parte de las conversaciones habituales de cada uno de nosotros.
Con la inflación en los niveles estratosféricos en los que se encuentra, los precios de la electricidad y la gasolina por las nubes y la cesta de la compra en niveles nunca vistos, el Ejecutivo ha decidido que hay que aflojar la tensión de la sociedad y ofrecer algún motivo de distracción a los ciudadanos, por eso, hoy, el Consejo de Ministros aprueba el fin del uso obligatorio de las mascarillas en interiores. Un paso más, nos dirán, hacia la normalización. Algunos científicos piensan, con razón, que esta no es la mejor fecha, después de los desplazamientos de la Semana Santa que dejarán notar su efecto en términos de contagios dentro de unos días. Pero la política se impone a estas razones, siempre, cómo no, «siguiendo las recomendaciones de los expertos», aunque nadie sepa a ciencia cierta quiénes forman parte del ignoto comité de especialistas que supuestamente asesora al Gobierno.
Muchos ciudadanos decidirán continuar utilizando el cubrebocas por precaución, pero para otros será un alivio. Con las mascarillas atornilladas a la cara en toda circunstancia y condición, vivimos una segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta ola de contagios masivos. Por tanto, el tapabocas protege, pero no evita la transmisión del virus. Llevarlo ha sido la imagen icónica de dos años largos de pandemia. Ahora, nos rebajan de su uso y nos preguntamos si será un adiós definitivo o, únicamente, un hasta luego, en función de los contagios futuros. Ya no se habla de la cuarta dosis de vacunas ni de restricciones de casi ningún tipo. El Gobierno ha decidido el fin de la covid por decreto ley, como suele hacer casi siempre, aunque todos sepamos que el virus, con sus efectos letales, continúa entre nosotros como una amenaza tan silente como real.
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