Es difícil evitar según qué conversaciones si hay un niño delante. Pero aquel día, nos tuvimos que parar ante la nueva pintada. Como una ortiga que aparece en el jardín, la esvástica hacía germinar lo repulsivo en el muro de un bajo comercial donde hace ... tiempo está clavado el aviso de 'Prohibido fijar carteles'. La esvástica estaba pintada con espray negro, ocupaba el diámetro de una rueda de camión, y en el dibujo se veían varios surcos, como si el grosor de una sola pasada fuera insuficiente para dejar clara la intención. Lo peor no era la maldita señal que sigue causando escozores morales, sino el comentario que vino después: «El nazismo es invencible». El niño tiene 10 años. ¿Por qué? Porque si lo tacho me parezco a ellos al prohibir a los demás, pero si lo dejo es peor. Y claro, por dónde empezar.

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En esta tremenda confusión que existe entre la libertad de expresión y el libre albedrío nos están quedando unos muros francamente deslumbrantes (y digo muro con toda la capacidad polisémica del término). Se deben escuchar todas las opiniones, pero eso no supone que todas las opiniones sean válidas, le digo. Pero ¿dónde está el límite? Por ejemplo, en su primera semana de mandato, ante lo insólito de sus premisas, Trump me ha dado al menos un tema diario para desarrollar en este espacio, a pesar de haberme propuesto escribir de temas casa, de lo nuestro, de cualquier otra realidad que no sean sus provocaciones. Uno de los más perturbadores fue cuando dijo que el accidente del avión de Washington fue culpa de Obama y Biden por haber puesto ahí a trabajar a minorías (y cuando dice minorías dice mujeres, negros, discapacitados) en vez de poner a los más aptos. ¿Lo tachamos?

También soltó lo de Guantánamo como posible lugar para recluir inmigrantes irregulares; y lo de los aranceles a México y Canadá y la guerra comercial que ha iniciado. Así que a pesar de que no quería escribir sobre Trump, aquí estoy, dándome de leches contra el papel porque el presidente se cuela en lo cotidiano como el olor a barbacoa del vecino. Su verdad es una realidad paralela en la que cree medio mundo a pies juntillas, ¿pero eso la vuelve válida? ¿Qué hacemos con las noticias que provoca Trump y sus 'tecnoacólitos', las tachamos como si no existieran? ¿En qué nos convertimos si asumimos como libertad de expresión cualquier barrabasada que escuchamos?

A los pocos días de pasar por delante de aquella esvástica negra, alguien la había tachado. El niño lo vio, pero no dijo nada. Es paradójico que el espray que usaron fuera de color rojo sangre, el mismo, por cierto, que usaron para tachar, ya que estaban, el cartel de 'Prohibido fijar carteles'.

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