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Vendaval en Valladolid. Rodrigo Jiménez
Cón tilde

Entretiempo

«Da igual si estás moreno, blanco o aceituna, hay una gabardina esperándote para esos días de color panza de burro en los que no sabes si usar el paraguas de parasol o pararrayos»

Entre el veranillo de San Miguel y el de San Martín, ha tenido que venir un huracán para confirmar que las botas han llegado para quedarse. Alegrarse bajo la lluvia era cosa de locos hasta hace sólo unos días. Ahora, parecemos todos Gene Kelly cuando ... pasamos al lado de una farola.

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La mayoría de los españoles que conozco se sentirían incómodos si les dijese que tienen que volver a sacar las sandalias y los linos. Inmediatamente, y no sin cierta razón, temerían que se tratase de una ola de calor de esas asociadas al cambio climático que marcan historia. Otra vez las piernas blancas, los pies marchitos…

Creo que sólo a aquellos con gabardina les traería este asunto sin cuidado. Sólo esa parte de la población ha llegado a ese estilo peculiar que es el del entretiempo, buscando la manera sencilla, al margen de la impermeabilidad o el frío, de plasmar su condición de elegantes en el mundo. Su papel es crucial en esta época del año. Ver a gente de entretiempo es como volver a disfrutar en pantalla a Mickey Rourke y Kim Basinger en la película Nueve semanas y media.

Da igual si estás moreno, blanco o aceituna, hay una gabardina esperándote para esos días de color panza de burro en los que no sabes si usar el paraguas de parasol o pararrayos. Da igual que nada tenga que ver ya con su origen militar o con su creador, el químico escocés Macintosh. La gabardina sigue asombrando por su capacidad de superponer entre esas dos capas de algodón engomado todas las estaciones del año.

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