Secciones
Servicios
Destacamos
Ni héroes ni villanos. Ni asesinos ni santos. Vivimos un momento dramático a nivel nacional, con las emociones a flor de piel. Afectados y no afectados estamos inmersos en un ambiente tenso donde cada adjetivo se lanza con cerbatana. El lodo que ha arrasado con ... miles de historias se convierte en polvorín por momentos.
Estamos ante una reacción en cadena. En diez días, hemos visto cómo se exige la cabeza de mandatarios políticos y se alaba a la monarquía; se planifican manifestaciones antisistema y se organizan épicas jornadas de voluntariado. Un día se muestra en los telediarios el palazo al presidente, y al siguiente, el mismo palo se vende en Wallapop. Un día Puente es un miserable y al siguiente, el desarrollista del siglo. En este escenario, la tradición española de la exageración cobra protagonismo, esa inclinación a magnificar cada evento hasta convertirlo en un drama épico o en una farsa sin futuro.
Este modo de ver la realidad no es nuevo. Pío Baroja ya nos advertía en 'Blanco y negro' sobre esta polarización de la sociedad, donde todo se mide en términos absolutos: el bien y el mal, el triunfo y el fracaso. También la revista cultural con el mismo título reflejó esa tensión al abordar temas políticos y culturales en la España del siglo XX. Los españoles hemos adoptado esta forma de comunicar: todo o nada, sin espacio para matices. La posibilidad de los grises ha quedado relegada a una periferia de debates olvidados.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.