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De Marotos, duendes y murallas
Intruso a la sombra ·
«La política se hace también en Pedraza, Nava de la Asunción o Cuéllar, que en Madrid y en Bilbao acabamos conociéndonos todos y 'todos' siempre son los mismos»Secciones
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Intruso a la sombra ·
«La política se hace también en Pedraza, Nava de la Asunción o Cuéllar, que en Madrid y en Bilbao acabamos conociéndonos todos y 'todos' siempre son los mismos»Sotosalbos. Maroto dice que se va a dejar ver mucho en Sotosalbos, y yo que lo celebro. A la política española, tan barroca, le va haciendo falta un poquito de románico. Si Cayetana Álvarez de Tolaytolá le tira al gótico flamígero –también hay historiadores ... del Arte que la asocian a un Pantocrator–, en Maroto tenemos a un vitoriano que viene a aprender del románico a Segovia. Es un viaje cunero, machadiano a la inversa, pero sacar a Sotosalbos en los medios siempre viene bien. El caso de vascos que caen bien en Segovia es amplio; hasta Valsaín es topónimo vascongado para algunos. Pero a Maroto, precisamente, no le sobra carisma.
Al final se vio que los vitorianos se empadronan por donde quieren, por donde pueden. Y así en Segovia como en Torremolinos. Maroto no sé yo cómo anda del don de gentes, pero Segovia hay que vivirla: porque la política se hace también en Pedraza, Nava de la Asunción o Cuéllar, que en Madrid y en Bilbao acabamos conociéndonos todos y 'todos' siempre son los mismos. Maroto pasará a la historia por pedir la anexión de Treviño al País Vasco, que es una mácula de esas que no se quitan. El Partido Popular Vasco se expande por la Meseta a la vez que, a estas alturas de la película, se quiere volver un PNV con más gomina. Todo un pifostio que ni nos va ni nos viene. Pero las hemerotecas están ahí, frente a los Marotos y las Génovas.
Cayetana. Aunque es verano, van desapareciendo las noches tropicales y la manta ayuda. Y los fríos, aun en agosto, siempre nos llevan a pensar en Cayetana Álvarez de Toledo, terror de los sénecas de taberna y de los listos parlamentarios. Cuando las movidas de Libres e Iguales, CAT me contactó para algo en el Ateneo de Madrid. Supe que iba Vargas Llosa y le dije que sí, que cuánto duraba mi discurso, que podía sacarme un tono patriótico o arcadiespadiesco, según yo quisiera. La verdad es que CAT, frígida y mayéutica, solo me quería para hacer bulto. Pasé por la puerta del Ateneo y me fui a perderme por la tasca de Yaser, donde tenía mi oficina madrileña.
Canallita. Frente a la España 'cayetana' está también la España canallita de Rebeca Argudo, Chema Nieto, Josefé y El Colmao. Donde Cayetana saca un dardo porteño y mortal, la España canalla tiene un, pongamos, Camilo de Ory. Camilo de Ory es ese aforista que puede o no pisar la trena por los chistes sobre Julen, el pequeño que toda España adoptó en enero y que se lo tragó la tierra de mi infancia allá por enero.
Si Ory pisa la cárcel, habrá que pensarse dos veces en escribir un aforismo, salir a la calle, comprar una rosa o eso de cantarle a los cipreses. España tiene poco sentido del humor, y Camilo de Ory –segoviano de Málaga– ya le ha pedido al alcalde andaluz esa figura de hijo predilecto. En los funerales siempre hay una copa de más y un chiste que se necesita.
Abre la muralla. Al corazón del amigo... que cantaba Ana Belén apropiándose -es lo suyo- de los versos del poeta. Ahora andan en la Muralla de Ávila, edificada con lo mineral más cercano (lápidas, verracos), buscando si hay verracos vetones encartados en la célebre argamasa, a cuya sombra besé por vez primera. Un verraco encartado en una muralla tiene su gracia, como ejemplificando que la Historia es sucesiva y se apaña como puede.
Costa del Sol. Bajo al nivel del mar, a donde la casa de mi madre, a descansar y a corregir las pruebas de imprenta de mis memorias. Las saco en una editorial de Lisboa, pues que en Portugal me tienen en alta estima por eso de que mis orígenes son rayanos al Duero Internacional: de Aldeadávila, en puridad. En la Costa del Sol también veo que los amores adolescentes pasean bombo y carritos de bebés. Mi amigo Alcalá enciende el carbón a una esquina de Larios, comemos y bebemos. Al rato llega Ángel Garó, y le prometemos producirle un monólogo trágico sobre las últimas horas de García Lorca. Garó nos sorprende interpretando un relato dramatizado de Chicho Ibáñez Serrador; sabemos que hay que explotar el venero trágico de Garó, cuyo humor hoy sería censurado. Por eso actúa para amigos y en su local.
Tour. La investidura y su teatro, las prisas, el calor y el refrescar me han impedido centrarme en lo fundamental. El Tour. La victoria de un colombiano corajudo nos vuelve a decir que el ciclismo vive una época, quizá gloriosa. Que el titán –acaso un titán imberbe como Egan Bernal– sobrepasa a los pinganillos y esas porquerías. También hacía tiempo que no se veía un Tour tan fieramente humano. Las palabras del voluntarioso Pinaut –«esto es una mierda, lo dejo»– nos enfocan sobre esa cualidad misteriosa del ciclismo que converge con el toreo, la poesía, la tauromaquia y el duende.
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