El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, reza un proverbio chino. En estos días pasados hemos podido comprobar la validez del 'efecto mariposa' con dos noticias espectaculares que llegaban a Europa precisamente desde el Indo-Pacífico. ... Australia ha dado un portazo a Francia en materia de cooperación militar y se ha unido en una improvisada alianza a EE UU e Inglaterra para frenar el ascenso imparable de China. Joe Biden ha dado muestras de un realismo implacable y ni siquiera ha consultado con los aliados europeos este movimiento estratégico.

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La impotencia y la fragmentación de la UE en cuestiones de seguridad y defensa ha quedado más patente que nunca. Por otro lado, en el gigante asiático las dificultades financieras de su primera empresa inmobiliaria, Evergrande, han hecho mella en las bolsas occidentales, hasta el punto de hacer saltar las alarmas sobre la recuperación pospandemia. Ambos sucesos demuestran que la interdependencia planetaria aumenta a pesar de la desglobalización. Los problemas de cada uno nos afectan cada vez más a todos, pero carecemos de instituciones y normas globales para gestionarlos con eficacia.

En especial, China se ha convertido en el foco de los análisis geopolíticos y económicos, por la velocidad con la que cambia y el impacto de estas mutaciones en un orden que se resquebraja. El régimen de Pekín promueve una nueva ruta de la seda para influir con inversiones y comercio en medio mundo. Al mismo tiempo, está decidido a ganar la carrera de la tecnología digital y utilizarla tanto para el control social de sus ciudadanos como para aumentar las capacidades de defensa y la prosperidad del país. Un tercer vector del programa de gobierno de Xi Xinping es reformar su versión decimonónica del capitalismo desbocado con reglas transparentes. Esta decisión, sin embargo, no afecta al sometimiento último de las empresas a la razón política definida por el Partido Comunista, lo que devalúa la seguridad jurídica.

China se convertirá en pocos años en la primera economía mundial, mientras multiplica sus capacidades militares y tecnológicas y pone orden en su economía. En EE UU el consenso entre republicanos y demócratas es completo: hay que contener al aspirante a potencia hegemónica y no existe otra prioridad en la política exterior. Por fortuna, Biden y su equipo están poniendo en práctica una diplomacia equilibrada que contiene tanto elementos de contención como de cooperación, en claro contraste con los cuatro años de exabrutos e improvisaciones de Donald Trump. La pregunta sobre la posición de Europa en el tablero asiático necesita una respuesta cuanto antes.

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