Chile y Allende, 50 años después
EL FOCO ·
Dedicó una parte importante de su vida a construir un proyecto político cuya viga maestra era la unidad de socialistas y comunistasEL FOCO ·
Dedicó una parte importante de su vida a construir un proyecto político cuya viga maestra era la unidad de socialistas y comunistasMientras el mundo se apresta a rendir homenaje a la memoria del presidente Salvador Allende el 11 de septiembre, con incontables actividades políticas y culturales en centenares de ciudades, Chile llega dividido a la conmemoración del cincuenta aniversario del cruento golpe de Estado que destruyó ... la democracia, puso fin a la vía chilena al socialismo y abrió paso al periodo más oscuro de su historia, con la dictadura militar (y civil) encabezada por el general Augusto Pinochet.
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A lo largo de este año, la derecha chilena y sus intelectuales afines han logrado instalar en los medios de comunicación de su país una única materia de debate en torno a los cincuenta años del bombardeo de La Moneda: la revisión de la figura de Salvador Allende desde una perspectiva muy crítica y sesgada (un presidente sin capacidad de liderazgo) y el análisis de su Gobierno y de la coalición que lo sustentaba, la Unidad Popular (encabezada por los partidos Socialista y Comunista), como una suma de partidos dividida y casi caótica con un proyecto que, además, tenía un horizonte totalitario. Medio siglo después, pues, la derecha chilena recupera y actualiza una parte del discurso que la dictadura heredó de la oposición política a Allende para legitimarse ante el país y ante el mundo.
Fuera del debate histórico en la esfera pública han quedado aspectos tan cruciales del periodo 1970-1973 como la agresión encubierta del Gobierno de Richard Nixon y Henry Kissinger, quien, por cierto, en su último libro, 'Liderazgo', concede un capítulo a la presidencia de Nixon y no dedica una sola palabra a este país. También se ha obviado el papel de la derecha, que fomentó la polarización política desde 1971 y logró enrolar desde fines de aquel año en su estrategia sediciosa a la Democracia Cristiana, un partido sostenido por los dólares de la CIA desde 1962 hasta 1974. Ni una sola reflexión ha merecido tampoco la actuación terrorista de la organización fascista Patria y Libertad (recreada por el cineasta Andrés Wood en una película reciente, 'Araña'). Ni el papel de las grandes organizaciones empresariales, desde la Sociedad de Fomento Fabril de los industriales a la Sociedad Nacional de Agricultura de los latifundistas, que desde septiembre de 1971 se organizaron (como lo han reconocido) en «una estructura de guerra» contra el Gobierno de Allende.
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En cuanto a la preparación del golpe de Estado en las Fuerzas Armadas, al que Augusto Pinochet se sumó finalmente la tarde del 9 de septiembre de 1973, parece también un asunto irrelevante para la derecha chilena y sus intelectuales, que controlan férreamente los medios de comunicación más influyentes, aquellos que condicionan y marcan la agenda del debate político en el país. Principalmente, el diario centenario El Mercurio.
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El 15 de septiembre de 1970, su propietario, Agustín Edwards, se entrevistó en la Casa Blanca con Henry Kissinger y, como apunta Peter Kornbluh, posiblemente también con Nixon. Según los documentos desclasificados de la CIA, Edwards solicitó a la potencia militar hemisférica que patrocinara un golpe de Estado para impedir que el Congreso Nacional eligiera presidente a Salvador Allende el 24 de octubre, tras su victoria por mayoría relativa en las urnas el 4 de septiembre.
A diferencia de Nixon y Kissinger, de la derecha y de la dirección de la Democracia Cristiana de 1973 (encabezada por Patricio Aylwin con la tutela del expresidente Eduardo Frei), de las agrupaciones empresariales y del propietario de El Mercurio, Salvador Allende sí creyó en la democracia. Dedicó una parte importante de su vida a construir un proyecto político cuya viga maestra era la unidad de socialistas y comunistas, junto con grupos medios y progresistas y desde 1970 sectores de creencias cristianas. Candidato presidencial en cuatro ocasiones (1952, 1958, 1964 y 1970), este médico nacido en Santiago de Chile el 26 de junio de 1908, masón, fundador del Partido Socialista en 1933, diputado en 1937, ministro de Salud entre 1939 y 1942, senador desde 1945, señaló públicamente desde los años 40 su convicción acerca de la posibilidad real de que en su país la izquierda podía conquistar la presidencia.
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En aquel mundo de la Guerra Fría, expresó también su condena absoluta a la permanente agresión del imperialismo estadounidense en América Latina (Guatemala, 1954; Cuba, 1961; Brasil, 1964; República Dominicana, 1965…), pero también rechazó enérgicamente las invasiones de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) y expresó con fundamento a lo largo de su vida que el socialismo era indisociable no solo de la superación del capitalismo, sino también de las libertades, el pluralismo político y el respeto a los derechos humanos.
A pesar de sus poderosos enemigos internos y externos, su Gobierno desplegó un programa de transformaciones que permitió a Chile nacionalizar las grandes minas de cobre en 1971 (hito que, según el historiador Jorge Magasich, ha aportado 115.000 millones de dólares a las arcas estatales desde entonces), erradicar el latifundio con la profundización de la reforma agraria, nacionalizar la banca y los monopolios industriales, desarrollar medidas tan emblemáticas como el reparto de medio litro de leche diario a todos los niños y niñas en las escuelas o en los consultorios médicos o una labor cultural inmensa a través de la editorial Quimantú, que con sus doce millones de libros publicados en dos años y medio posibilitó que la cultura llegara a los hogares más modestos. Y también fomentar la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas de la llamada Área Social.
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Han transcurrido cincuenta años desde que Salvador Allende convirtiera su muerte en su último gesto político en aquel palacio de La Moneda bombardeado por los Hawker Hunter. Su resistencia junto a un grupo de compañeros y colaboradores a lo largo de aquella mañana, la serenidad y la belleza casi poética de sus últimas palabras por Radio Magallanes, constituyen un legado de dignidad y futuro al que la izquierda chilena sí rinde homenaje estos días.
Medio siglo después, los valores y las causas que orientaron su trayectoria política conservan plena vigencia. Por esa razón, en estos días de septiembre recordamos en tantos lugares a Salvador Allende y a la Unidad Popular.
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