Retrato de La Esmeralda. ABC-SEVILLA

'Maricón con acento en la o'

«Me planteo si el Ministerio de Igualdad está tardando en organizarle un gran funeral de Estado, pero lo mejor va a ser que el Estado la deje en paz a ella y a nosotros, también»

Chapu Apaolaza

Valladolid

Jueves, 30 de septiembre 2021, 06:57

En Sevilla se ha muerto La Esmeralda a los 88 años. Se adivina la edad por medio del cálculo, pues la crónicas cuentan que entre sus cosas no se ha encontrado el DNI. A La Esmeralda, artista del travestismo, le han escrito unos obituarios de ... esos que solo sabe escribir Sevilla, que vienen con farolillos, ataque de risa y tres calentitos. Cuentan que se llamaba Alfonso Gamero Cruces y que fue precursora del transformismo en la Andalucía de finales de los 70. La Esmeralda tenía un bar -La Caseta- donde cantaba, bailaba, contaba chistes y decía inmundicias a la clientela. Allí hizo posible un universo de artistas libres y sentimentales, personajes con aura mitolótica como la Pelococo, la Bultaco, la Tornillo, la Popeye, la Malvaloca, etc., entre los que habría que incluir a la Petróleo de Cádiz y La Salvaora, arcángeles del 'age'.

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Vengo a reivindicar esa Sevilla, verde de Esmeralda y de chistes verdes, camiseta del Betis, ramita de romero y por supuesto verde de las mariquillas de La Macarena, chiribitas de piedra en la enésima levantá, ligeras como la flor del camino en ese momento de la Madrugada en que se está haciendo de día y a la Esperanza y a un servidor nos pesan las ojeras por el carboncillo de las velas y por las ausencias. Dicen que detrás de la Esperanza irá La Esmeralda de fantasma nazareno con un cirio en una mano y la otra sobre el corazón como el día en que cuenta Félix Machuca que le preguntó el hermano mayor si se agarraba el pecho porque le dolía, y respondió que su hermana le había cosido el escudo al revés. Sevilla posee un clarísimo misterio, una naturalidad que une a los toreros, los señores y los travestis por el mismo hilo de oro que cose la banda de la taleguilla, los trajes de espiga, los lomos de los libros y las batas de volantes. Hablo de un estado espiritual inclasificable que muchos han pretendido categorizar si éxito.

Francisco Correal recuerda el pronto y los chistes de la finada, ahora que ya no se cuentan chistes, como este que le soltó a la Duquesa de Alba cuando apareció con Jesús Aguirre y dijo de él que parecía «el mudo de los Hermanos Marx». Si lo dice ahora, la cancelan por ofender a los mudos y por supuesto a los marxistas. Creo que personajes como La Esmeralda ponían en cuestión la España del tardofranquismo, pero sobre todo, la España de ahora, este infierno de la causa constante, la ofensa, la puritanía y el identitarismo cateto que nos asfixia, o a mí por lo menos.

El error se ve muy bien aquí, pues llevaban cuarenta años preguntándole a La Esmeralda que qué se sentía. Se centraban en su identidad de mujer, cuando lo único importante era su identidad de artista. Gracias a esa insistencia, dejó una prolífica literatura sobre género que ya podría aprendérsela Irene Montero, como cuando dijo: «Mujer me siento por dentro porque llevo esa hormona que veo un hombre y se me ponen los ojos como el dos de oros». La mejor respuesta se la dio a Quintero cuando, anticipando la histeria del generismo, El Loco le preguntó si era «gay, homosexual o mariquita» y la Esmeralda le respondió: «Soy maricón con acento en la o, que suena como a bóveda». Me planteo si el Ministerio de Igualdad está tardando en organizarle un gran funeral de Estado, pero lo mejor va a ser que el Estado la deje en paz a ella y a nosotros, también.

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