Hospital El Bierzo. A. MINGUEZA

La marcha blanca

Rincón por rincón ·

«En ocasiones, y eso es incuestionable, los profesionales de la medicina parecen destinados a ejercer en medio del desierto»

J. Calvo

León

Lunes, 28 de febrero 2022, 00:01

La sanidad se enfrenta a un problema estructural incuestionable. Su realidad, dolorosa, es el fruto de una ecuación muy difícil de solventar al menos en la actual lógica de la administración pública: no hay médicos para todos los consultorios y no hay pulmón para dar ... aire a un servicio tan urgente, tan necesario.

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Y por ahí comienza un drama que afecta de lleno a la sociedad civil, a los usuarios, a quienes se sienten enfermos o temen sentirse. La dificultad de contratar facultativos repercute directamente sobre una sociedad que reclama, con justicia, una atención presencial y directa.

Pero no hay médicos, ni hay medios reales para incentivar su presencia en los consultorios de una comunidad como la de Castilla y León, tan dispersa, tan difícil, tan llena de recovecos y con unos ratios de población tan alarmantes. En ocasiones, y eso es incuestionable, los profesionales de la medicina parecen destinados a ejercer en medio del desierto.

De modo que es francamente complicado encontrar la motivación del sector sanitario para ejercer en esos entornos por mucha remuneración económica que se quiera aplicar en la nómina.

Conocida la esencia del problema, sobre el que en otras comunidades han arbitrado fórmulas capaces de mitigarlo, no es menos notable la realidad de los vecinos que viven en cualquier punto del entorno no urbano, de ese mundo rural al que se olvida con facilidad, de los pacientes en definitiva.

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Y esa segunda derivada tiene una secuencia terrible porque en general se asocia, sin alarmismos, al olvido, la incomprensión, la falta de sensibilidad y la condena a vivir en escenarios perdidos sin atención y sin medios.

Revertir la dura realidad, si realmente se quiere revertir, conlleva un ejercicio notable de apuesta institucional por esa España vaciada (olvidada, perdida, despreciada e incomprendida) con el consiguiente esfuerzo por redoblar recursos a costa de una recompensa futura aún hoy incierta.

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Nadie, se mire por donde se mire, recuperará el pulso del entorno rural si no cuenta con aspectos tan básicos como la sanidad, la educación y las comunicaciones.

De ahí, de ese desaliento, nacen iniciativas como la 'marcha blanca'. Durante la semana pasada medio millar de lacianiegos y bercianos, representantes de dos comarcas olvidadas y faltas de mimo institucional en la provincia de León, se han lanzado a la carretera para dejar ver las necesidades que les oprimen.

Su marcha, cada uno de sus pasos al pie de la cuneta de la carretera, refleja la impotencia de quienes absolutamente cansados de promesas incumplidas exigen realismo y atención.

En Laciana cuatro médicos se ocupan de 10.000 personas y eso, más allá del desierto y de los problemas de la España rural, es simplemente una tropelía, un desaire y una provocación en primera persona.

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Nada, ni siquiera la evidente falta de profesionales de la medicina, justifica desequilibrios tan notables como el que hoy es visible en ese precioso valle lacianiego y en ese entorno admirable que reposa sobre el Bierzo.

Su reivindicación es tan justa que hace aún más incongruente la falta de respuesta, la indiferencia y el desprecio de la administración autonómica hacia una reclamación tan cargada de argumentos y contenido.

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En Ponferrada, miles de personas aplaudieron el paso de la reivindicativa marcha y todos fueron uno en su denuncia. Y mientras, en la distancia de sus despachos, el político de turno se lamía el mentón con su inoperancia. Y ese desequilibrio es el que pagamos todos.

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