A medida que profundicemos en octubre, se enrarecerá más el ambiente político en España. Castilla y León no será un oasis a salvo de tormentas y, al paso que va la cosa, esta comunidad llegará en perfecto estado de revista a los niveles de confrontación ... que conlleva toda campaña electoral, que en la del 10 de noviembre alcanzarán máximos: es una repetición en las urnas que hastía al elector como nunca desde que regresó la democracia.
Tres episodios han dejado claro esta semana que son malos tiempos para la política de los acuerdos en Castilla y León. El más estruendoso, el que protagonizan el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, y el vicepresidente y portavoz de la Junta y consejero de todo, menos de Transparencia que resulta que es de lo que debería ser, FranciscoIgea. Al político que se enfundó la capa de Supermán ante la ciudadanía porque venció al aparato nacional de su partido, con el mismísimo Albert Rivera a la cabeza, que quería a Silvia Clemente candidata a la Junta por Ciudadanos, y que encima descubrió un pucherazo para elevarla al cartel naranja, a ese político, hoy número dos del Gobierno castellano y leonés, le perseguirán toda la legislatura haber ocultado el fichaje a dedo de 14 asesores (él, que venía a regenerar y que estas cosas no ocurriesen) y su peculiar egocentrismo. Que, cuando coinciden en el tiempo y el espacio con otra tan peculiar y tan egocentrista forma de actuar como la del regidor socialista de Valladolid, provoca fuego de artillería. Ya conoce el lector: el alcalde de Valladolid iba a reunirse con el consejero de Cultura y Turismo, Javier Ortega, y se enteró por un comunicado que se sumaba a esa reunión el 'vice' de la Junta. (¿Ven como Igea es consejero de todo menos de lo suyo?); Puente montó en cólera y anuló el encuentro. Las disputas Puente-Igea, Igea-Puente (tanto monta...) acabaron en guerra abierta en la red social Twitter hace semanas. Anulada la reunión, el 'vice' perdió los papeles una vez más (no aprende: está denunciado en un juzgado por que se le calentó la boca en un encontronazo verbal con un afilado de Ciudadanos y este le denunció por presuntas amenazas) y llamó «chulo de bar» al alcalde de Valladolid. Gran metedura de pata, que dice muy poco de quien es el segundo de a bordo de una institución. Sin embargo, semejante error no ha ocultado el fallo estratégico de un Puente que empieza a transitar por la política regional 35 centímetros por encima de la media del común de los mortales: ¿Cómo se le ocurre bajar su nivel institucional de interlocución enfrentándose a un número dos? ¿Cómo cayó en la provocación de Igea? Es el alcalde de la ciudad más poblada de Castilla yLeón, la capital de hecho (que nunca será de derecho) y su nivel de interlocución tiene que ser con otros alcaldes de capital, presidente de la Junta, ministros, presidente de Gobierno,... Pero, ¿bajar al barro con el dos de la Junta y caer en la trampa que le tendió? Impropio de la trayectoria del socialista. Necesita bajar a las aceras y el asfalto otra vez el señor Puente. La campaña puede ayudarle a recuperar constantes vitales sociales: más adoquines y menos alfombras.
El segundo hecho demuestra que Igea se agita, que sus impulsos le pueden, mientras que su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, se mueve; plácida, sosegada y moderadamente; en su papel oficial, como una de las tres instituciones de autogobierno que marca el Estatuto de Castilla yLeón (el presidente, la Junta y las Cortes). Que se desgaste Ciudadanos es la máxima del PP en la Junta. Que se desgaste el impulsivo Igea, consejero de todo menos de Transparencia, que es de lo que tendría que ser. Esta semana ha tenido Mañueco ronda de conversaciones con los portavoces de los grupos de las Cortes. Dos conclusiones: una, el socialista Luis Tudanca, que no se recupera de haber ganado las elecciones y perdido la Junta, no le va a conceder ni agua a Mañueco; ni pactos ni 'pactas'; nada de nada. Y dos, Mañueco no soporta al portavoz de Podemos, Pablo Fernández, convertido en insultador oficial parlamentario; el lenguaje corporal del presidente le delató en las imágenes previas a su encuentro: no soporta a la melena mejor cuidada del hemiciclo autonómico. Pero esos encuentros han servido para acentuar el perfil institucional de Mañueco, incluso como máximo representante del Estado en Castilla y León. Mientras Igea, su socio, se agita, el presidente se mueve. Y eso lo han detectado, ¡y de qué manera!, los interlocutores del Gobierno regional en todos los ámbitos: empresarial, financiero, sindical, social y cultural. Y un detalle nada baladí que deja la semana: mientras que Igea es portavoz de la Junta y habla en nombre del Gobierno, Mañueco ha elegido como su portavoz al consejero de Presidencia, Ángel Ibáñez, que fue quien habló en su nombre tras reunirse con Tudanca. Igea, portavoz gubernamental; Ibáñez, portavoz presidencial.
Y el tercer hecho, el que ya ha trasladado a la calle la confrontación que alcanzará máximos el 10-N, es la negativa del Gobierno regional que preside el PP a cumplir el acuerdo firmado por el anterior Gobierno regional, que presidía el PP (Juan Vicente Herrera) para aplicar las 35 horas semanales a los trabajadores de la Junta. Han convocado los sindicatos a los 85.000 empleados públicos a parar el 6 de noviembre, cuatro días antes de unas elecciones que han disparado el hartazgo ciudadano. Elecciones en las que Pablo Casado, presidente nacional del PP, acaricia echar el aliento de los populares en la nuca de los socialistas. Una huelga tan llamativa a cuatro días de una cita con las urnas tan significativa es peligrosa para esas aspiraciones del PP.
Y ya que sale a relucir Herrera, ha empezado a dejarse ver. No tardando se sabrá qué hace tras tres largos meses fuera de la escena política castellana y leonesa. Hace unos días paseaba por las calles de León con Antonio Silván, que recupera el resuello una vez que Mañueco le ha garantizado la candidatura al Senado con casi todas las papeletas para sentarse en la Cámara Alta a partir del 10 de noviembre. No se tardará en saber qué futuro inmediato activo tendrá Herrera en la política. Sus contactos personales y telefónicos han sido constantes este verano con el presidente nacional del PP, Casado, y su amigo el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo. Herrera sabe más que muchos de lo que pasa en el PP.
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