«Las fuerzas políticas que tiene a lado –con Ciudadanos comparte gobierno, no grupo parlamentario, aunque no lo parezca– han decidido anteponer sus miedos y excusas incluso al respeto que se deberían tener por sí mismas»
El presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, reconocía el domingo pasado que lo que tiene que hacer es escribir ... un «manual de resistencia». Porque perdió las elecciones de 2019. Porque debió negociar con un socio incómodo y revirado, como Francisco Igea, que venía de desplazar a toda una Silvia Clemente de la cabeza de lista oficial de Ciudadanos y que prefería –esa era al menos su promesa– desplazar al Partido Popular de la Junta. Porque tuvo que superar una moción de censura en marzo. Porque fue expedientado por su partido… El rosario de la aurora. No creo en las casualidades ni, mucho menos, en las casualidades de la política. Por eso lo que ha hecho Mañueco no es solo resistir, un concepto cargado de connotaciones relacionadas con la pasividad o la confrontación numantina, la trinchera, el trabuco y la venganza, sino algo mucho más difícil: adaptarse mejor que nadie a una nueva fase de la vida política de la región en la que, a falta de mayorías absolutas, ha sido necesaria una inteligencia o habilidad política distintas y algo de suerte. A la vista está. Mañueco, hoy en peor situación parlamentaria que hace un año, cuando en torno a la firma de un pacto con Ciudadanos acumulaba una mayoría absoluta de 41 procuradores, es capaz de marcar los tiempos de un adelanto electoral en función de sus prioridades. Con los sondeos a favor. Sin contestación. Sin despeinarse. Sin amenaza alguna que altere un discurso anclado al condicional de la estabilidad de gobierno. ¿Qué es la estabilidad de gobierno? ¿Y tú me lo preguntas? Es mucha fortuna que, en un error de párvulos, el PSOE gastara en marzo pasado toda su munición, 35 rúbricas, en una moción de censura para la que solo hubiese necesitado usar 13. También es fascinante, por inverosímil, cómo en Ciudadanos llevan tanto tiempo sin un liderazgo claro en la región. Apropósito. Incomprensiblemente, en Castilla y León es un partido descuidado y rendido. Todo eso es cierto. Pero es mérito de Mañueco todo lo demás que hace que, en una situación de minoría parlamentaria como esta, él maniobre a placer con su principal baza política, el adelanto electoral. Aquí es impensable lo que sucedió en Madrid, una carrera al esprint por ver quién presenta antes en registro el papel del adelanto o una nueva moción de censura. Dicen los aludidos que Ciudadanos nunca firmaría una moción con Podemos. Ni con nadie, a lo que parece. Dice el PSOE que no iría a ningún lado con Francisco Igea. Así es que, mientras tanto, el presidente es todo 'flow', templanza, elasticidad… Adelantará o no, pero lo hará cuando le apetezca. Porque las fuerzas políticas que tiene a lado –con Ciudadanos comparte gobierno, no grupo parlamentario, aunque no lo parezca– han decidido anteponer sus miedos y excusas incluso al respeto que se deberían tener por sí mismas. Lo adivinaba Susana Escribano hace un par de semanas: «Los populares dominan y hacen ostentación de ello y la parte naranja acata primero desde el estupor y justifica, después, el agravio». Con todo y con ello, la jugada maestra de este episodio es cómo Mañueco ha sido capaz de aprovecharse en el momento adecuado de la escasa estrategia política –técnica quizás, política en absoluto– que Ciudadanos ha mostrado con el problema de la sanidad rural desde el minuto uno.
Imagino al jefe de nuestro Ejecutivo escuchando, allá por finales del 19, los argumentos del plan Aliste, asintiendo con la cabeza, calculando en qué instante usaría ese regalo, ese error de concepto respecto de todo lo que representa para un pueblo su médico. Para propiciar con ello el marco perfecto que quiebre la confianza en su gobierno, que abra un clima de inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad se necesita para adelantar elecciones?, y que, al adelantarlas, le permita aparecer ante la ciudadanía no ya como el defensor de una atención primaria rural posible, sino de una ideal y deseable.
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