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Feijóo estrecha el cerco a Sánchez, que sale tocado de Pegasus y espera a la previsible derrota andaluza para dar un golpe de timónLa destitución de Paz Esteban al frente del Centro Nacional de Inteligencia marca un cambio de rasante que alivia la olla de la presión de la política española aunque no resuelve el escándalo del espionaje por la aplicación del programa Pegasus. Pero sí puede implicar ... el comienzo de un giro en las posiciones de los aliados independentistas, muy críticos con la falta de explicaciones desde el Ejecutivo pero que no van a aumentar la presión hasta hacerla insostenible, conscientes de que no les interesa terminar bruscamente la legislatura.
El Gobierno decidió tirar por elevación para diluir la supuesta implicación del servicio secreto español en el espionaje a los independentistas catalanes, y se ampara en la autorización del juez de determinados seguimientos para acotar el escándalo. No ha resuelto el problema pero le ha permitido construir una frágil cobertura. Al plantear la falla de seguridad de las comunicaciones del presidente y los ministros ofrece una pista en la que enmarca la destitución de Paz Esteban, pero, a la vez, exhibe un aspecto vulnerable de la seguridad del Estado.
Una cuestión pendiente es hasta qué punto es conveniente que el servicio de inteligencia siga en el organigrama del Ministerio de Defensa o sería más natural y eficaz que se restituyera su dependencia directa de la Presidencia del Gobierno. Y, por supuesto, se trata de evitar a toda costa que puedan repetirse situaciones similares. Ese debe ser el compromiso prioritario.
El asunto deja un poso de desconfianza pero Sánchez ha entendido que la única estrategia por salvar la legislatura del trance agónico en el que comenzaba a adentrarse es soltar lastre y evitar el naufragio. Comienza, pues, el efecto dominó, a la espera de que el presidente ofrezca mayores explicaciones, creíbles y coherentes, y continúe una depuración a plazos de responsabilidades. Hará falta la celebración de las elecciones andaluzas y la cumbre de la OTAN en España para despejar el panorama y saber si la ministra cuenta aún con la confianza del presidente. Robles cuida la vertiente más centrista del Gobierno desde el Ministerio de Defensa y protege bien ese flanco, pero tampoco se pueden enviar al mismo tiempo mensajes tan contradictorios.
El PP liderado por Alberto Núñez Feijóo ha encontrado en la crisis Pegasus un ariete rentable para fustigar a Sánchez y para alimentar el discurso de que es rehén de los independentistas que quieren debilitar al Estado y que ha cedido a sus presiones, al ofrecer como cabeza de turco a la directora del CNI. Feijóo, que ha apoyado al Gobierno al no secundar la puesta en marcha de una comisión de investigación en el Congreso, acusa a Sánchez de utilizar la «mentira» para tapar este asunto, pero es consciente de que se mueve en un terreno resbaladizo en el que también pueden salpicarle las responsabilidades del anterior Gobierno del PP, que fue el que adquirió el programa Pegasus.
Por no hablar del papel del anterior ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y de la puesta en marcha de una 'policía patriótica' que alentó el empleo de las denominadas 'cloacas' del Estado, entonces ligado a la 'operación Cataluña'. Es decir, al PP le puede interesar azuzar la cuestión para desgastar a Sánchez, pero relativamente, no vaya a ser que se le vuelva en contra un perfil demasiado exigente.
Mientras tanto, Sánchez intenta que el relato de la recuperación avance terreno frente al «ruido» de la crisis política. El dato de la inflación, una décima menos, sigue siendo muy preocupante y retrata las dificultades del Gobierno en contener la espiral inflacionista. La medida positiva es que España y Portugal van a iniciar su sistema específico para topar el precio del gas, lo que puede suponer en los próximos meses una bajada de hasta un 35% del coste de la luz, necesaria para hogares y empresas. No es la panacea milagrosa, pero será un alivio. Son las cosas del comer que preocupan realmente a la ciudadanía, alarmada por el incremento de los precios de la cesta de la compra, y con un debate pendiente sobre la adecuación de los salarios ante esa realidad tan desproporcionada mediante un pacto de rentas.
En ese contexto, las perspectivas sombrías de la guerra en Ucrania, inmersa en una cruenta fase de desgaste mutuo sin expectativas de ganadores claros en el corto plazo, amenaza con nuevos golpes a la estabilidad económica europea y convierten a todos los planes de recuperación casi en papel mojado a la espera de la evolución de los acontecimientos. Ese va ser el verdadero talón de Aquiles de Sánchez. Un paisaje incierto y volátil en el que el futuro está menos escrito que nunca.
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