La restauración del patrimonio histórico podría asemejarse a la de un cirujano. Requiere de pericia manual para que el resultado sea óptimo y ajustado a la naturaleza de las cosas. El proyecto es de éxito si apenas se percibe la manipulación en la estructura, ... ya sea corporal o material. La fama del maestro se mide en función de la habilidad para borrar el paso del tiempo sin dejar la propia huella.
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Como todo en la vida, hay una lista negra que desborda malas praxis e improvisados salvadores de lo nuestro, para disgusto visual. En el top ten se encuentra el Ecce Homo de Zaragoza cuya restauración se produjo a la vista de algunos para sorpresa de todos. Hay una versión palentina en un relieve escultórico de poco valor artístico en plena calle Mayor. A la nómina de desastrosas intervenciones hay que añadir la perpetrada en la iglesia de Santa María del Castillo, la reina del Duero. Los poderosos muros que sujetan la recia estructura hoy están cubiertos por toscos paños de cemento que afean la imagen del santuario.
Todo hace pensar que el manual del buen restaurador se quedó al otro lado de la ribera. Nadie ha reclamado la autoría de una acción que ha parcheado de gris el color trigueño del templo. Un 'artista' que se puso manos a la obra sin patrón ni marinero con un atrevimiento casi obsceno propio de Manolo y compañía.
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