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Va de suficiente, pero es una impostura más, otra mentira. Si hay alguna verdad en Pedro Sánchez es la que emana de la evidencia que se empeña en negar: es un títere en manos de sus socios. Tiene menos autoridad y capacidad de maniobra que ... los seis presidentes que le precedieron y ha rebajado la institución a la condición de tenderete para trileros. Es un presidente con grilletes puestos, a merced de los que saben de su ambición personal y preside un Consejo de ministros sobre el que no puede decidir, porque, por ceder, incluso ha cedido la prerrogativa de su composición. Hasta en eso fue tramposo, para un presidente que respete su cargo, las prerrogativas constitucionales que le corresponden, no son negociables. La presidencia no es suya, pero la utiliza y ha hecho de ella una moneda de cambio.
Como no elige a sus ministros, tampoco puede cesarlos y queda a merced de las decisiones que otros toman por él. Ver 'enchulecido' a Rufián, ejerciendo su apellido y exigiendo disparates, como mangonear la política comercial de Netflix, resulta ridículo, pero han aprendido que pueden apretar las tuercas, porque el presidente del Gobierno está dispuesto a cederlo todo. Todo, menos la presidencia. Quiere ser presidente, seguir siéndolo sin importarle el precio y, como no ha puesto límite a las exigencias, éstas crecen en cada envite. El infantil «¡me lo pido!» lo han aprendido incluso los proetarras de Otegui y la respuesta del Gobierno/PSOE –¡Ay, PSOE, PSOE!– es la misma que se le da a todos los demás: «Te lo doy, pero la sillita ni moverla». Aún con una presidencia inestable y medio vacía, quiere ser presidente, que hasta ahí llega su indigencia.
Ningún presidente de los países de la UE está tan maniatado como para no poder decidir sobre la composición de su gobierno, pero a Pedro Sánchez le da igual. Los que entran o salen, al margen de lo que dice la Constitución, lo deciden otros. ¿Sí se puede? Sí, sí se puede. Con Pedro Sánchez se puede todo. Y lo saben. Las crisis de Gobierno no afectan a una parte del Gobierno y, para que quedara constancia, Pablo Iglesias, tras su dimisión, se apresuró a anunciar quien le sustituiría en la vicepresidencia, Yolanda Díaz, y quién en la cuota que él dejaba como ministro, Ione Belarra. Pedro Sánchez asumió y firmo lo que se le presentaba, porque, aunque camina con ínfulas de jefe de estado, apenas puede responder del Gobierno que preside.
En los dos años de legislatura, las vergonzosas cesiones de 'El maniatado', se han hecho evidentes en otras dos ocasiones. En diciembre pasado, Yolanda Díaz anunció el cese «a petición propia» del somnoliento Castells, ministro de Universidades, y el nombramiento de Subirats para sustituirle. Subirats, qué puntería, es un separatista militante, pero eso no le impide ser ministro en el Gobierno de España. Y ahora, tras el último dislate de Garzón, ministro de Algo, Pedro Sánchez solo puede lamentar las consecuencias electorales para el PSOE, pero no cesarle. En UP necesitan a Garzón como desafío y prueba de poderío, para que quede claro que en el Gobierno hay un gobierno del PSOE y otro de UP.
Sí, cada día está más claro que Pedro Sánchez agotará le legislatura, porque no hay indignidad que no esté dispuesto a soportar para seguir. Hasta el último aliento.
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