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Consideración previa: Hoy es más económico volar a París, Atenas, islas Azores, Bari o Santa Cruz de la Palma que llenar el depósito de combustible. Hay más destinos, pero se suman a un relato posterior]
El maná, desde hace semanas, se encuentra en el surtidor ... de gasolina. Hay maná de varios tipos, alguno 'plus'. Este último, solo para privilegiados.
Ese elixir de la energía ha alcanzado ahora un precio desorbitado, inalcanzable. Es lo que ofrece el nuevo maná, el moderno, el que poco o nada tiene que ver con el que aparece en el libro del Éxodo.
Aquel era un pan enviado por el dios supremo para quienes deambularon por el desierto completamente desangelados, con el rumbo perdido y castigados por un sol de justicia. Ahora, sin embargo, sale a chorro por el surtidor y ya no cae del cielo. Al contrario, el de la modernidad cuesta sangre, sudor y lágrimas (un buen puñado de lágrimas).
El maná actual se asemeja al oro molido, por su color y por su precio. Tengo un vecino que en el último lleno que realizó en su depósito de combustible ha decidido que lo pagará a plazos y con la Visa. De aquí a tres meses puede que el mundo sea un montón de ceniza. Él tiene un camión.
Mi caso, mucho más modesto, conlleva que cuando se carga el vehículo hasta el reborde tiene un precio realmente sorprendente. Estoy pensando en una rehipoteca. Poca cosa. La cifra a abonar en caja, con todo, tiene sus singularidades.
A saber. Llenar hoy el depósito del vehículo es más caro que ir en avión a París, Atenas, islas Azores, Bari, Santa Cruz de la Palma, Corfú, Dubrovnik, Zagreb, Oslo, Split. Hay más destinos en la agenda de posibles, pero éstos podrían ser realmente los más singulares.
Claro que, si tuviera capricho, podría viajar con ese dinero hasta en dos ocasiones a otros lugares, esta vez tipo Estocolmo, Palma de Mallorca o Catania.
En el colmo de los colmos, vendiendo el combustible que ahora se guarda en el depósito podría viajar hasta en tres ocasiones a Burdeos, Turín, Caglari, Fuerteventura, Bruselas, Marsella, Pisa o Bolonia.
Bueno, hay para elegir.
Son las paradojas de la era moderna, salpicada de crisis sin descanso (una sobre otra y las que están por venir), sobrecostes y una guerra internacional con un loco acariciando el botón rojo de su maletín.
Así las cosas y dispuesto a arriesgar he realizado un plan para ir al trabajo pasando antes por Bruselas y haciendo escala en Palma de Mallorca. El resultado final es más económico que el repostaje. Me sobra dinero.
No se puede ir y volver de Madrid en coche, pero sí volar al fin del mundo por menos dinero de lo que cuesta al volante ese trayecto. Real, aunque un poco kafkiano.
El nuevo mundo, marcado por las mil plagas y otros tantos interrogantes da poco más de sí. O, al menos, el bolsillo de los consumidores es difícil que se pueda estirar mucho más.
En las últimas semanas los incrementos de precios han sido tan notables que la economía real, la del ciudadano a pie de calle, se ha visto severamente castigada. La calculadora, de nuevo, está de moda.
Y no es para menos. La barra de pan ya cuesta 1,30 euros. Lo mismo que costaba el combustible hace unos meses. Paradojas del destino, o de la economía.
Consideración final: algo no va bien si el pan cuesta lo mismo que costaba un litro de gasolina y si un depósito de gasolina cuesta tanto como un billete de avión a París.
He hablado con un amigo economista y su conclusión es lapidaria:
–«Hay que subir el billete de avión a París».
Pues que así sea.
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