![Malestar animal](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202302/10/media/be.jpg)
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Las escenas terribles del terremoto de Siria y Turquía nos recuerdan que no todos los males del ser humano son responsabilidad directa del ser humano. O sí, a juzgar por los materiales con los que hemos visto que estaban construidas las casas de los muertos. ... Con demasiada frecuencia, las fuerzas de la naturaleza ponen la puntilla de dolor a los propios desastres que causan las personas sobre las personas. Hay poco espacio para la felicidad en el hogar de los pobres.
Cadáveres, escombros, ruinas. Signos de la barbarie que volvemos a ver de nuevo en los escenarios de la guerra de Ucrania. La inteligencia británica advierte que los rusos, sin necesidad de campañas internacionales, se rearman con empeño de cara a conmemorar el primer año de la invasión, el próximo 24 de febrero. Nadie tiene certeza de cómo va a terminar este conflicto, que tiene en un puño al mundo entero.
En España, el ruido de las espadas entre los socios del Gobierno impide que nos terminemos de fijar en algunos indicadores que nos siguen alejando, un día detrás de otro, de la sociedad del bienestar. Esa sociedad del bienestar que caducó en 2007, sin que todavía lleguemos a ser conscientes del todo. Lo que habíamos ahorrado durante la pandemia nos lo hemos fundido en apenas ocho meses. Los bancos, ocupados en contar lo que ganan con la subida de los tipos de interés, quieren creer ellos mismos que los problemas de morosidad no van a ser como los de hace quince años. Y el precio de los alquileres alcanza su máximo histórico. Las casas de los pobres de Europa se empiezan a parecer a las de los pobres de Siria o de Turquía. Sin otra necesidad que la de los terremotos financieros locales.
Y sin embargo, sobre las cuitas del bienestar humano todavía nos sobran energías para poder enzarzarnos en las consideraciones sobre el bienestar animal. Como si unos y otros, hombres y animales, no fuéramos hijos de la misma madre naturaleza. De nuevo, las diferencias entre los humanistas y los transhumanistas dejan al descubierto la fragilidad del Gobierno a la hora de dar curso legal a las reformas sobre las reformas de las reformas. Por encima del consentimiento y las rebajas judiciales a los delitos sexuales, ahora la agria polémica sobre los perros de caza. No es de extrañar, con tanta mudanza, que algunos humanos se hayan decidido a comportarse definitivamente como animales. Basta apreciar lo que opina y declara sobre estas y otras cuestiones el alcalde de Villar de Cañas, en cuyas luces se confunden de manera dramática la España vacía y la España cañí. No todo vale en política, dice su propio jefe de filas, Alberto Núñez Feijoo. Lo mismo que piensa la senadora socialista y feminista Susanna Moll, con sus fotografías sobre la feria del cambio de sexo y la ley Trans. Estampas dantescas de un malestar animal profundamente humano. O viceversa.
«Si alguna vez descubre usted alguna ley, sea usted prudente y no trate de aplicarla», escribió don Pío Baroja, víctima perpetua de la España incomprensible. Quizás por eso, y a pesar de los pesares, el académico de la Española Mario Vargas Llosa, al entrar en la Academia Francesa, ha dejado caer una vez más el viejo tópico de la superioridad moral (y literaria, por cierto) de los galos sobre el resto del mundo. A todos sus invitados les pareció bien, excepto a Juan Carlos de Borbón, pese a su nacimiento romano, a su apellido de origen francés y a su reciente condición de cotizante en los Emiratos Árabes Unidos. Y a falta de mejores exilios. «La novela salvará a la democracia o será sepultada con ella», dijo también Vargas Llosa en París. No sabemos con cual de las dos partes de la frase se sentía más identificado.
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