Los trabajadores del sector del metal se manifiestan por las calles de Cádiz durante la octava jornada de huelga. Román Ríos-EFE

Malestar

«Trabajadores metalúrgicos han comenzado ya a salir a las calles y estamos a escasas fechas de una huelga del transporte por carretera»

Antonio Papell

Valladolid

Miércoles, 24 de noviembre 2021, 07:29

La opinión pública es voluble o, más bien, la realidad social y política de un país es cambiante y ello genera oscilaciones en el talante de la ciudadanía. Durante el verano, hemos experimentado colectivamente el gozo de ver cómo remontábamos la pendiente de la gran ... pandemia a medida que la vacunación hacía efecto (en realidad, nunca hemos estado libres del virus: sencillamente, ahora muere mucha menos gente, lo cual es un logro fundamental para calibrar el estado de la pandemia), pero con la llegada del otoño el semblante se nos ha ensombrecido, la expresión se ha ido haciendo torva y ni siquiera la evidencia de que estamos recuperando el empleo, de que no estamos lejos de alcanzar el PIB prepandemia y de que con toda probabilidad las ayudas de los fondos NextGeneration nos darán las herramientas para remontar el vuelo nos han liberado de un pesimismo creciente, que ya está en la calle y, lógicamente, en las páginas de los periódicos y en la omnipresente red.

Publicidad

El malestar proviene de una serie de factores encadenados y superpuestos. La inflación, de la que muchos jóvenes ya no guarda siquiera memoria, se ha abatido sobre la sociedad con todas sus consecuencias, ha expandido una sensación general de empobrecimiento, ha anulado los discretos aumentos de salario y dificulta la sostenibilidad del sistema pensiones en pleno proceso de reforma y definición. Sectores estratégicos, como el del automóvil, padecen diversos cuellos de botella en la provisión de componentes; el mencionado ha reducido un 25% la producción y lógicamente está reestructurando las plantillas.

Diversos sectores productivos que consumen grandes cantidades de electricidad han entrado en pérdidas con la subida exorbitante de los costes. La agricultura y la ganadería, con precios de producción muy ajustados, se han vuelto simplemente inviables con el alza de los precios. Y al tiempo que sucede todo ello, la pandemia no ceja, el temor se mantiene, los negacionistas enrarecen el ambiente mientras se preparan medidas en su contra, las vacunaciones enmarañan la normalidad aunque también sean la salvación de mucha gente. Al propio tiempo, el optimismo de un crecimiento económico brillante y sin medidas de austeridad se marchita porque todo irá más despacio, a causa de obstáculos que, como los mencionados, no se habían previsto a tiempo.

En este marco de malestar, han comenzado a producirse movilizaciones, que irán en ascenso. Esta misma semana, se espera que las fuerzas policiales estatales -Policía Nacional y Guardia Civil- se manifiesten contra la anunciada reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana de Fernández Díaz -llamada justamente 'ley mordaza'- con el argumento de que desprotege a los agentes policiales frente a las turbas. El PP se ha apresurado a secundar estas movilizaciones sin ver que es el sindicato Jusapol el que más enfáticamente defiende las protestas, que llevan el sello inconfundible de Vox, con lo que los referidos apoyos no hacen más que otorgar a la extrema derecha la titularidad del 'voto útil'.

Publicidad

Trabajadores metalúrgicos han comenzado ya a salir a las calles y estamos a escasas fechas de una huelga del transporte por carretera (en realidad, se trata de un cierre patronal, en el que muchos de los huelguistas son autónomos o pequeños o medianos empresarios), impulsada por la elevación del precio del gasóleo y por las distorsiones de los mercados.

La inquietud, vinculada en el origen a la pandemia y en su desarrollo al proceso de normalización, que va menos deprisa que lo previsto, está en toda Europa, en forma de disturbios y desahogos diversos. Menos mal que Bruselas, consciente de la situación, ha decidido no regresar de momento al Pacto de Estabilidad ni al rigor de unas normas fiscales estrictas. Ya no solo hay que eludir el riesgo de una nueva recesión, que nos dejaría indefensos: es también necesario mantener un crecimiento notable y perceptible para que la ciudadanía recupere el resuello y la calma. Las dos primeras décadas de este siglo han sido muy duras, y los poderes públicos han de convencernos a todos de que sirven para algo más que para gestionar la adversidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad