Malditos ecologistas

Los 'verdes' son un pan sin sal, un quiero y no puedo que, a tenor de las palabras del consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, deberían arder en el fuego eterno hasta consumirse por completo.

Ellos son, ha asegurado el consejero del área, Juan Carlos Suárez-Quiñones, una parte importante de la insufrible desdicha divina que ha castigado a los mortales con incendios casi apocalípticos durante las últimas semanas.

Tanta ceniza y tanta desdicha se debe en buena parte, insiste, a ese grupo de ecologistas imberbes, mal vestidos, llenos de rastas a medio hacer, inexpertos, teóricos e idealistas. Son una calamidad para la humanidad, se sobreentiende de sus contundentes palabras.

Pero no son los únicos culpables de la desdicha que ha sacudido los montes de esta extensa comunidad durante todo este tiempo. Los ecologistas solo son la primera plaga que se hace visible entre las imponentes llamas y el denso humo.

Otra plaga son los directivos y los sindicatos vinculados a las empresas del sector forestal, que no acaban de entender su determinante papel en ese escenario tan singular (no entienden su papel y no ejecutan con acierto su cometido a la hora de solventar cuestiones de especial relevancia a nivel natural); y claro, en la misma medida se suma la plaga de los pirómanos y la falta de medios para investigar y detener a los culpables (aquí es el Gobierno central quien, con su mal hacer según la Junta, deja indefensos a leoneses y castellanos frente a los criminales amantes del mechero y la cerilla. 'Estamos indefensos', sentencian).

El 'cenizo' argumentario político evidencia así que todos son culpables, todos son responsables, todos tienen una parte de incompetencia tan abismal que, el resultado de su conjunto de incapacidades, son más de 40.000 hectáreas arrasadas por completo con millones de euros en extinción y otros tantos en una reforestación que precisará de varias décadas hasta ser completada.

Todos culpables menos aquellos responsables públicos que a nivel autonómico ejecutan y legislan las políticas que afectan al medio ambiente. Todos culpables, menos quienes administran cantidades multimillonarias en la gestión y la prevención de los incendios a nivel local. Todos culpables, excepto aquellos que ejecutan innumerables competencias sobre los espacios naturales y tienen la responsabilidad de su buena ordenación.

El sonido del argumentario político autonómico tiene eco y resuena a disculpa mal barajada, a impotencia e indolencia, a falta de criterio y a victimismo postraumático tras verse atropellado por los acontecimientos. Resuena a pataleta, en definitiva.

Los ecologistas desatinan y están fuera de bolos en no pocos de sus postulados, cierto y veraz, las empresas vinculadas al sector forestal especulan en exceso en sus compromisos laborales y profesionales, igualmente cierto, y atrapar a los malvados pirómanos (más del 90% de los incendios son intencionados) requiere más efectivos, igual de cierto.

Tan cierto todo ello como que a la Junta, primera responsable de la gestión forestal en la comunidad, le han atropellado los acontecimientos y ha mostrado una endeble y en ocasiones ruin capacidad de respuesta. Y no una vez, sino varias. Y el resto, pamplinas.