Muchas veces tenemos que escuchar que a los periodistas y los medios solo les gusta informar de noticias malas. No es cierto, a la inmensa mayor parte nos entristece estar contando todo lo lamentable que está ocurriendo y me imagino que le ocurre a ... la mayor parte de los ciudadanos que nos siguen. Cuesta hacer creer que las noticias que a nadie le gustaría que ocurriesen también a nosotros, los profesionales de la comunicación, nos gustaría no tener que difundirlas.
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¿Alguien puede pensar que a alguno de cuantos escribimos, o hablamos a través de la radio o la televisión, no nos encantaría poderles contar hoy que nuestro país está atravesando unos momentos envidiables desde cualquier ángulo que se mire, desde la salud de las personas, hasta el florecimiento de la economía, pasando por la estabilidad política y hasta de nuestro propio orgullo de disfrutar de una vida sin problemas?
Pues la verdad es que nos encantaría decir, por ejemplo, que el coronavirus haya sido erradicado en todo el territorio, que los últimos brotes han sido vencidos, que el buen entendimiento entre los cargos públicos había sido ejemplar y eficaz y estaba sirviendo de modelo entre nuestros vecinos. Aunque se trata de una pandemia, de una cuestión de vida de tantos compatriotas como ya la han perdido, y de los que todavía están en riesgo de perderla, es desagradable contar la carencia de solidaridad entre quienes tienen que hacer algo por paliarla.
También nos gustaría a muchos poderles contar que los partidos habían tenido un gesto de solidaridad, renunciando a parte de sus intereses electorales, para aprobar unos Presupuestos del Estado, de comunidades y de ayuntamientos para conseguir dinamizar la recuperación económica y no tener que ver al Gobierno mendigando apoyos de quienes no hace tanto contemplaban con satisfacción a quienes disparaban tiros en las nucas y colocaban bombas en los coches.
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Y naturalmente que sentimos nostalgia de tiempos no muy lejanos en que los líderes tenían predisposición a entenderse y disposición a conseguirlo, aunque fuese a costa de echar pelillos a la mar para conseguir un objetivo común que mereció admiración internacional y avances importantes en el bienestar de todos. Me atrevería escribir en nombre de tantos compañeros que desean contarles que entramos por fin en un periodo de rectificaciones para intentar salvar lo que la covid-19, la incomprensión, las ambiciones y la escasez de talento en la gestión pública, está destruyendo. Pero de momento reconozco que no soy optimista.
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