Secciones
Servicios
Destacamos
El servicio militar me sirvió para saber que la milicia no era lo mío, pasar dieciocho meses en el limbo, trabajar gratis y relacionarme con gente que, fuera de aquel ámbito, me hubiera sido difícil conocer. Aprendí mucho, viví situaciones extrañas y, durante el periodo ... campamental, en Obejo (Córdoba), me llamaba la atención el que, peyorativamente, se conocía como 'pelotón de los torpes'. Era gente normal, lo sé porque a muchos de ellos los tuve como alumnos, pero, como tenían una especie de disfunción locomotora para coger el paso, los separaban y la instrucción la hacían apartados. Y ni así, porque algunos eran 'torpes' incluso en 'el pelotón de los torpes' y para ayudarlos a desfilar sin romper el orden, les ponían una zapatilla blanca y otra negra. El cabo que los instruía, en lugar de dirigirlos a la voz de «izquierda-derecha, izquierda-derecha», les gritaba «la blanca-la negra, la blanca-la negra». Aquella buena gente desfilaba mirándose las zapatillas como posesos, para ir un poco al unísono y alguno acabó el periodo de instrucción militar sin conseguirlo.
Las últimas peripecias cainitas del Partido Popular me han recordado al 'pelotón de los torpes', pero con la diferencia de que aquí los de las zapatillas blancas y negras son los que calzan la dirección del partido. ¡Mala suerte tiene la buena gente del PP a la hora de elegir a sus dirigentes nacionales! Mariano Rajoy, de tonto ni un pelo, sí demostraba cierta torpeza sicomotriz en sus caminatas, en las que parecía un muñeco articulado, pero donde de verdad necesitaba las zapatillas bicolores era como dirigente de la formación popular, porque la táctica de su desfile consistía en no desfilar, estarse quieto y esperar pacientemente a que un meteorito anulara a sus adversarios. Y tuvo suerte, el meteorito, que se llamaba Zapatero, cayó sobre el PSOE, partido diseñado para tragar todo lo que llega desde arriba. No mires arriba.
De la mayoría absoluta que le regaló ZP, a todos los niveles, pasó a tal precariedad que siguió desfilando con «la blanca-la negra» hasta acabar de chupitos en un restaurante, mientras en el Congreso se subastaba el derribo de su partido. (¡Toma, Moreno, Política para adultos!). Pudo evitarlo tomando decisiones, pero eso es como pedir peras al olmo. En aquella ocasión miraron a Feijoo que, como también es gallego, hizo una gallegada y se abrió la veda para sustituir al inamovible. Hasta cinco candidatos salieron, pero como las que parecían mejor posicionadas, Cospedal y Soraya, desfilaban con zapatillas de diferentes colores, surgió Casado, un Ave Fénix de Barrio Sésamo. Con él ni chicha ni limoná, «izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás» se ha dedicado a bailar la yenka y, como su predecesor, lo ha dejado todo igual, pero con mucho mareo. Rajoy sabía estar quieto y callado.
Y ahora surge de nuevo Feijóo, que parece que sí, pero que ya veremos, porque el buen señor es amigo de las aclamaciones cerradas, necesita que lo lleven bajo palio y que en el partido cambien sus siglas por 'Pleitesía'. ¿Qué piensa? No se sabe. ¿Bendice pactos con Vox? A ratos. ¿Está dispuesto a cambiar sus mariscadas gallegas por el cocidito madrileño? Es pronto. ¿Quiere dejar la Xunta? No toca. Vamos, lo que se dice un programa claro, claro, claro. ¿Será verdad que ha encargado un tráiler de zapatillas blancas y negras para el Congreso de la aclamación? Eso ya si eso.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.