Asegura la tradición que los males nunca vienen solos y la situación que estamos pasado lo confirma. El comienzo del milenio empezó con la guerra de Irak y desde entonces los problemas no dejaron de alterar nuestra tranquilidad. Desde la salud hasta la economía, pasando ... siempre por la paz, nos mantienen en vilo. Allá por 2008, cuando parecía que todo estaba encarrilado, surgió la crisis económica que causó los primeros desastres cuando el crecimiento y el desarrollo estaban empezando a despegar. La euforia y la esperanza generadas por la universalización de la economía y las comunicaciones enseguida se evaporaron ante la realidad de un cambio que echaba por tierra la estabilidad que se empezaba a disfrutar.
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Fue entonces cuando surgió la pandemia originada por el coronavirus, un 'bichejo' surgido nunca sabremos de dónde, que en cuestión de semanas puso en riesgo nuestras vidas. Millones de personas de todos los países, etnias y religiones se enfrentaron con la dolencia. La economía se fue al traste en las pocas semanas en que una buena parte de la sociedad permanecía confinada en los hogares para evitar los contagios, la vida pública y la actividad industrial sufrían un grave parón y el trauma colectivo que se creó marcaría a la sociedad quizás para siempre. Los intentos posteriores para lograr la recuperación de los males causados tropiezan dos años después con todas las dificultades imaginadas y los efectos continúan impidiendo la normalidad ansiada.
Mientras tanto, la economía internacional se desestabilizaba, se resentían la producción, los transportes y la distribución lo cual enseguida desencadenó un nuevo problema para la economía y de manera más preocupante para las familias: la inflación galopante que desequilibra entre los ingresos de los trabajadores y el costo de una cesta de la compra desbordada y, de momento, sin perspectivas de volver a controlar mantiene a la sociedad inquieta.
Todo se complicó más aún, en esta racha de males, con el estallido de una guerra inesperada entre las ambiciones rusas de ampliar sus dominios contra la modesta Ucrania que intentaba consolidarse como Estado independiente después de liberarse de la dependencia de la Unión Soviética. Era lo peor para la desestabilización económica global, empezando por la energía que la mueve. Los problemas originados por las restricciones de gas y petróleo amenazan algo tan sensible como las comunicaciones, el libre funcionamiento de los servicios, el comercio y el bienestar de los hogares ante un invierno que regresará con su crudeza.
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