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El mundo que habitamos resulta que no era trágico, sino irónico. Cuando la política se convierte en crónica de salones, de majos y majas del subdesarrollo, miramos a la sociedad civil. Pero 'Spain' sigue siendo 'different'y a veces a la sociedad no la salvas ... ni por ahí. Hemos visto desde batallas campales de bolas de nieve en plazas y glorietas a festejos multitudinarios en galpones del desmadre y concurridos bulevares, habiendo poco que celebrar: con decenas de miles de muertos del alma hechos mojama, hielo, olvido... y todo el mundo en danza.

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Esta democracia asilvestrada debe elegir urgentemente entre cordura y surrealismo, sensatez e idiocia, empatía y egoísmo, solidaridad y este tremendismo mórbido que nos lleva de cabeza al precipicio. Dilema hamletiano si hubiesen leído sus señorías a Shakespeare. Dejando las cosas a su caer, que es el enfermar y el morir, parece que a nadie le importa nadie. España y los españoles entramos en 2021 con repunte de caídos en el frente pandémico por culpa de no sabemos qué proterva gestión. Ceremonia de la confusión. Porque aquí todos dicen que lo han hecho fenomenal (se referirán a la exitosa expansión de la covid-19), pues somos muy nuestros y no nos gusta que nos critiquen los extremos: a la derechona y al comunismo no me los toque usted, que son mi crispación. Y por los centros prudentes llueven palos. ¿Cuál es el diagnóstico, doctor? Pronóstico televisivo de coña, señora. El espectro político en España son unos fantasmas de Dickens que nos escarnecen.

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