Maestros de la vida
La audiocarta del director ·
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La audiocarta del director ·
«Ni este real decreto va a proporcionar auténticos recursos para la motivación del estudiante ni hasta ahora el método protagonista empleado ha sido el castigo»Debo casi todo de lo bueno que tengo a quienes, a lo largo de los años, me han enseñando las cosas importantes de la vida. A mis padres, principalmente. El resto se lo debo a la suerte de haberme encontrado, durante el mismo tiempo, con ... tanta gente de la que he aprendido cientos de lecciones. En el barrio, en el colegio, en la universidad o en las empresas en las que he trabajado. La mayor parte de ellas, no sin sacrificio. Así de claro. Por eso creo que la educación, los buenos maestros y la ejemplaridad y el esfuerzo como métodos son las mejores palancas de progreso a las que puede acceder cualquiera.
Por eso las reformas educativas me han parecido siempre un tema central del debate público y político. Más aún para quienes, como sucede en mi caso, tuvimos la oportunidad de convertirnos, gracias a las becas, en la primera generación con título superior en una familia de orígenes humildes. Por eso defiendo que no hay proyecto de sociedad equitativa que no se sostenga, por la raíz, sobre un sistema educativo duradero, coherente, compartido por una mayoría, enfocado desde la excelencia y a su servicio. Y por eso defiendo que los errores en esta materia, numerosos y recurrentes, solo nos están devolviendo a cambio ruina intelectual, clasismos, rigideces y mayores desigualdades.
La última modificación de la legislación educativa en España es un real decreto de esta semana por el que se regulan la evaluación y la promoción en la Educación Primaria, así como la evaluación, la promoción y la titulación en la Educación Secundaria Obligatoria, el Bachillerato y la Formación Profesional. Su objetivo es reducir unas tasas de repetición exageradas y carísimas, tanto económica como pedagógica y socialmente. La ministra, Pilar Alegría, se preguntaba lo siguiente sobre los alumnos, al hilo de esta novedad y en una entrevista periodística: «¿Cómo conseguimos que adquieran mayores competencias? Cultivando la cultura del esfuerzo, de la que tanto se habla, pero sobre todo a través de la motivación y no tanto desde el castigo».
Tiendo a sospechar de todo argumento que ancle su única ciencia en el reduccionismo: ni este real decreto va a proporcionar auténticos recursos para la motivación del estudiante ni hasta ahora el método protagonista empleado ha sido el castigo. De hecho, nada habla de sanciones; trata de las evaluaciones. Y, por desgracia, a pesar del buen propósito del Gobierno, lo que transmite es que se busca mucho más diluir el problema relajando la exigencia general que resolverlo atacando desde la base.
No puede ser, por no entrar en otros aspectos, que hasta en el Bachillerato, un itinerario formativo que no es obligatorio, se conecte con ese espíritu de una progresiva menor exigencia. Con este nuevo marco de calificación y evaluación (¿desde cuándo un examen o una nota son un castigo?) se concede más margen al criterio colegiado y por tanto se resta en objetividad, definición y certezas. Y eso que en el artículo 4 se dice expresamente: «Las Administraciones educativas garantizarán el derecho del alumnado a una evaluación objetiva y a que su dedicación, esfuerzo y rendimiento sean valorados y reconocidos con objetividad».
Con la ESO obligamos a niños de 12 años a ingresar en institutos, cuando aún necesitarían maestros de primaria; además concentramos en los dos cursos de Bachillerato lo más complicado de cuanto antes debía comprenderse en los cuatro de BUP y COU. Ahora comenzamos a suavizar las exigencias para cruzar ciclos y obtener títulos. Mi sensación, no me pregunten por qué, es que mi hijo de nueve años no tendrá las mismas oportunidades que tuve yo, hace cuarenta, para recibir una buena educación y lecciones de vida de esas que no se olvidan nunca y te ayudan a convertirte en alguien de provecho.
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