Madrid existe
Al pie de un café ·
«Madrid ya era un sujeto político mayúsculo, pero ejercía su sobresaliente influencia callada, imperceptible, como si la cosa no fuera con ella, sin disonar nunca con la música oficial»Al pie de un café ·
«Madrid ya era un sujeto político mayúsculo, pero ejercía su sobresaliente influencia callada, imperceptible, como si la cosa no fuera con ella, sin disonar nunca con la música oficial»Hace unos años, la palabra 'existe' adherida al nombre de una provincia de esas casi vaciadas cuajó fortuna. Los ecos del Zamora, Soria o Teruel 'existe' retumbaban como el 'The sound of silence': sonaban más a lamento que a rebeldía política. El fuego nació ya ... apagado, tan fue así que incluso diputados de los partidos de gobierno –del que fuese– se postularon para encabezar las marchas tras haber acatado sumisamente los designios de sus 'superiores' en el Parlamento. En Teruel fueron más allá y se presentaron a las elecciones. Resonó un poco más, pero fue lo mismo, más sollozo que insurrección.
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De repente ese 'existe' ha cobrado fuerza desde el lugar más inesperado, el envés del despoblamiento, la comunidad receptora –de todo– por antonomasia: la mismísima Madrid, a resultas del lamentable espectáculo del conflicto entre el gobierno de la comunidad y el de España sobre la gestión de la pandemia, ha emergido como sujeto político visible. Recalco 'visible'. Madrid ya era un sujeto político mayúsculo, pero ejercía su sobresaliente influencia callada, imperceptible, como si la cosa no fuera con ella, sin disonar nunca con la música oficial.
A Madrid, de tan grande, no la veíamos. Nos envolvía como el agua a ese pez que nadaba preguntándose qué era el agua. Madrid, la oficial, la corte, no las villas, con razón o sin ella, que eso es para otro día, se ha dejado oír cuando no se ha sentido privilegiada. Los dos cinturones de provincias sin mar que la rodean –quince, el 40% del territorio español, menos habitantes que Madrid y no por casualidad– empiezan a mirarla con recelo. Ya saben que Madrid existe y exige. Que en la capital no hay lamento, sino poder.
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