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España es un país como de catalejo. Vamos navegando por este valle de lágrimas, enfocando objetos que se aparecen en el horizonte y que miramos muy de cerca. De pronto, nos movemos por efecto de la marejada, perdemos el objetivo y nos fijamos en otra ... cosa. Ahora estamos en lo de Estados Unidos. Tengo la sensación de que las presidenciales de allí nos importan más que las generales de aquí y mucho más que las autonómicas, dónde vamos a parar, no digamos ya de las europeas, en las que la gente vota a lo Panenka. Terminaremos el día de hoy conociendo con mayor propiedad la composición del Senado norteamericano que el nuestro. Es curiosa esta cosa de saber cuál es la tendencia electoral del cinturón del óxido y no saber qué vota Lleida, pero aquí estamos, saltando entre estados clave y de sorpresa en Massachussets como si fuera Balaídos. Sobre la tarde de lluvia en Madrid hay gente que sueña con un mundo en el que se celebran los sanfermines de nuevo y otra con un tipo en Ohio que pasa la noche despierto siguiendo los resultados de las elecciones gallegas y después se duerme pariendo para su columna metáforas sobre Fraga o sobre la empanada, arranques de textos que al despertar carecen de sentido. Así es este día de prosita de sofá y ojeras, y recuentos, legitimidades, abrigos de corresponsales que siempre frío y acusaciones de fraude electoral. Dicen que Trump es un tipo que cuando se mira al espejo se confunde con otro y que tiene que ver su nombre escrito en una frase para terminar de leerla, pero que va con él un equipo que lo vigila de cerca para que no incendie el país. Ellos también se han debido de quedar dormidos. Los mandatarios comienzan a comportarse como los niños: no te puedes despistar ni un momento.
Se han vuelto a equivocar las encuestas. En Alabama, Tezanos le daba la victoria a Pedro Sánchez. Siempre es verano en el Cis de Tezanos, dicen por allá, aunque llevemos puesto el gotero del Remdesivir, la pistola del confinamiento en las sienes de diciembre y la pregunta de quién será el Trump español. En la rotonda loca de debajo de mi casa hay gente que ya se insulta en inglés y se grita 'maderfaquers'. Cabe la posibilidad de que en el futuro se hable inglés y catalán sin que se conozca el castellano ni quién fue Isabel Celáa. Yo no sé si Sánchez es Trump con la mano de Obama para la canasta; lo que sé es que Kamala es Carmen Calvo pero de Cabra, descendiente de los Micosukee del PSOE andaluz de la Subbética de Córdoba, totem y danza de la lluvia con zarzillos.
Vamos a necesitar todos los héroes y algún villano. La única lengua vehicular está siendo la de la desgracia, el escalofrío en la nuca y esta sensación pegajosa de que estamos de prestado. Pronto seremos polvo y deudas. Pero con algo hay que entretenerse, así que pasamos de contar ingresos en la UCI de Melilla a contar los votos de Pensylvannia y soñar la felicidad en la caída de la melena rubia de las republicanonas de las tertulias de la Fox. Atentos a si impugnan el recuento en Michigan, confirmamos que en cada español vive un seleccionador nacional de fútbol, un guionista de los Goya, un fiscal del Supremo y ahora también vive Aaron Sorkin.
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