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Aquí donde me ven he participado en la elaboración de varios programas electorales; a ver: no era el ideólogo que paría conceptos, sino el plumilla que los pasaba a limpio y quitaba comas. Pero no conozco a nadie que haya leído de pe a pa ... todas las proposiciones, y menos aún que se haya empeñado en llevarlas a cabo. Vamos, que según mi experiencia las promesas están hechas para no cumplirse, y creo que hasta muchos electores lo intuyen cuando votan. Por ello me sorprendió que alguien nos recordara que los actuales cambios en el tráfico rodado de Valladolid forman parte del programa electoral de los que gobiernan el Ayuntamiento, y que no han hecho otra cosa que ejecutarlos. Mecachis en los conejos, pensé, para una vez que alguien cumple sus compromisos electorales lo hace por la parte más lesiva e impopular del programa.
Los perpetradores de este disparate podían haber prometido aparcamientos disuasorios, análisis serios de los verdaderos problemas del tráfico que tiene la ciudad, o la mejor manera de atender los intereses de todos los usuarios: vecinos, ciclistas, taxis, autobuses, coches particulares y peatones, que también cuentan. El resultado a la vista está: la ciudad atorada, nadie contento y casi todos cabreados.
Pero la culpa es de unos por no leer los programas y votar sin conocer las propuestas, y de otros por cumplirlas a machamartillo aunque conviertan la capital en una jaula.
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