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Así en la Luna como en la España en funciones
Intruso a la sombrita ·
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Intruso a la sombrita ·
España es una de desatino en lo universal, un tomajazo de buena gente mal gobernadaRosa de foc. De la tierna infancia uno se fue anotando la cantinela de todos contra el fuego, del monte que llora, del ciervo herido por el rayo y demás. La Meseta es hoy una tea y la nube, como bien sabía el Nini de ... Don Miguel, barrunta rayos. El aparato eléctrico y el aparato humano son los cómplices necesarios para que la solana se vuelva el infierno, ahora que las fuentes no llevan lo que cantaba Rosalía –la buena, la menos choni– y que volvemos a lo de siempre, a la tierra quemada y al fuego fatuo que sale a las cinco de la tarde a los 41 grados de latitud Norte. Y con otras elecciones, otras más. Otra fiesta de la democracia.
Arder ya es una forma de ser, y va desmontándose el tópico ese de la rebequita necesaria. Las noches tropicales bajo el soportal son un exotismo al que habrá que acostumbrarse. Más pronto que tarde. Y que me oigan los negacionistas del cambio climático. La Junta ha declarado la alerta por fuego y ha prohibido barbacoas, cohetes y maquinaria eléctrica en el campo. Yo, ecologista y vitorino, replico la medida: solo faltaba.
La Luna. Desde siempre me ha fascinado la luna, desde niño, algo que solo Lorca y Gloria Lasso supieron cantar. Dice mi psiquiatra que hay algo freudiano en mi búsqueda de la noche, en que busque el refugio en las sombras. En que la luz del alba siempre me pida más Xzepam y un antifaz. El hombre llegó a la Luna hace 50 años y yo ni siquiera estaba en proyecto, pero todo aniversario está bien si es en verano y con el país como está.
La Luna pura es el Tenorio, pero también los días marinos de mi infancia. Allá, en la costa, el Satélite era siempre una cosa brumosa, existente, pero una noche en un campamento en Fuentesaúco vi que la Luna sonreía, tenía cráteres y granos y puntos negros visibles desde aquí mismo. No sé si Gil quiso construir en la Luna, donde siempre hay un gallego. Mi amigo Iban tiene un trozo de Luna que se compró por Amazon. Mi amigo Iban es navarro, ingeniero, escritor y un poco magufo.
España es un país de... España es una de desatino en lo universal, un tomajazo de buena gente mal gobernada. Un gol de Iniesta, un castillo en la casa de Erick el Belga, un tonto beaturrón en Iznájar, una anchoa de Revilla con entidad jurídica propia. España es ya, y es fue. Es cloaca y 5-G, y Labordeta, y dulzaina e 'instagramers'. España es todo lo que sea, lo que quiera ser y lo que le dejen (pongan a esto el ritmo de José Manuel Soto y su españolismo tan primario como necesario).
Escribo esto porque en los cursos de verano de la UEMC, días antes del aniversario del alunizaje, una ponente soltó que España es «un país de puteros». Y lo dijo así, en el templo de la sabiduría, como Unamuno «el venceréis pero no convenceréis» (que en realidad no dijo) o como el «decíamos ayer», de fray Luis. Sea como fuere, en el CIS y en la renovación del permiso de caza no nos preguntan si somos puteros o carpetovetónicos. Una afirmación tan categórica desmiente toda la sociología, los matices, o esos bares de carretera donde a mi primo Juanito y a mí nos ponen un Cola Cao con hielo cuando nos vamos a Logroño. Si España es algo, es un país en grado ente comatoso e interino.
Está bien que en la Universidad se exclame la verdad última de España, que parece que es, según la ponente, país de hombres que van peligrosamente mucho a por tabaco. España es canallita, pero eso del putañerismo y de las meretrices generalizadas cambió con los 'Lópeces' y aquella tecnocracia, tan numeraria. España puede ser también un país de hijos de Julio Iglesias o de Menéndez Pidal, solo faltaba, 'bonita'.
Los cursos de verano, nos lo contó Umbral, son una suerte de festival y verbena para sacar a pasear las canas, ligotear, soltar ligerezas y airear un poco la Academia. Aunque también anduvo por allí Cayetana Álvarez de Toledo, entre profesoral y retratada por El Greco, que diría Rafa Latorre.
Sigamos...
Maroto. Qué polvareda ha levantado la designación de Maroto como senandor nuestro. Maroto es más vitoriano que la Virgen Blanca, pero lo que pasa es que los senadores cuneros no es algo que tampoco vaya a parar este descalzaperros patrio. El Senado hace tiempo que dejó de ser lo que fue, si es que alguna vez lo fue. Ser senador es el discreto encanto de la política, jugando con ese puzle provincial que se sacó del sobaquillo Javier de Burgos y que, no obstante, tiene sentido. En el mapa provincial se buscaba una capital de servicios, una vía de comunicación, agua y que la cosa viniera a coincidir con las diócesis.
Maroto no es segoviano, y a estas alturas dudaremos de que lo sea por el jamás de los nuncas. Lo que no quita el avispero que tiene Pablo Casado en el País Vasco, que de irrelevantes quieren ser ahora una especie de PSC. Incluso se han sacado que el sistema foral es lo más justo, retorciéndole el cuello al cisne del sentido común.
De aquí a septiembre ardemos. Fijo.
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