Salvo indicios puntuales –que algunos existen–, el énfasis del catalanismo ha sido puesto, durante más de un siglo, en la lengua y no en la raza; lo que marcaría ya una diferencia respecto a otros nacionalismos, etnicistas desde sus orígenes, como el vasco. De ahí ... que tenga no poco de manipulación e inexactitud el tachar la reclamación reciente de Junts –para gestionar la inmigración integralmente– de xenófoba. Y ello sin que resultase todavía claro en qué consistirá la concesión del gobierno en tal materia. Aunque tampoco el mismo planteamiento de obtener esa competencia es cosa que parezca oportuna e incluso legalmente realizable (al menos en su totalidad), al ser –en última instancia– la política migratoria asunto propio de los estados y de la UE, no de las regiones.
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Así que la supuesta inclinación racista del independentismo, nunca del todo explícita, suena más a autoexculpación por parte de cierta derecha que a algo real. Aunque sí sea verdad que el odio hacia «lo español» y los «españoles» del catalanismo extremo haya llevado a sus líderes a determinadas campañas y declaraciones disparatadas. Pero –en un afán de justificar los pactos con el partido de ultraderecha– se ha querido comparar esta tendencia de la antigua Convergència con las actitudes netamente xenófobas de Vox, cuando no debería haber equiparación posible. Pues el radicalismo étnico de dicha formación no se esconde y queda atestiguado a través de varios episodios: la actitud del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, en relación con la acogida temporal de inmigrantes africanos venidos de Canarias dentro de las instalaciones del Balneario de Medina del Campo, es uno de ellos. Entonces, el mandatario alertó de lo que definía como «invasión inmigratoria» de «jóvenes varones en edad militar», con el riesgo que ésta comportaría cara al incremento de la delincuencia en general o –según daba la impresión de insinuar– de la comisión de hipotéticas violaciones.
Precisamente, el debate acerca de la xenofobia de unos u otros ha coincidido con que un Juzgado de Primera Instancia de Burgos desestimara la denuncia del vicepresidente de la Junta de Castilla y León contra el humorista Felyxón, por haber sido –pretendidamente– vulnerado su derecho al honor y propia imagen a causa del tuneo con esvásticas de fotografías de Gallardo y las coplas satíricas que aquél le dedicó en el contexto de una «tradicional» procesión del pasado Carnaval.
Fueran o no merecedores de sanción los insultos proferidos, de lo que no cabe duda es que –volviendo a nuestro tema– Vox acumula una serie de acciones inequívocamente xenófobas: hace tres años, el partido de Santiago Abascal empapeló la estación de Metro y Cercanías de Puerta del Sol con carteles de una pedestre rima: en ellos se culpaba a los «menas» de quedarse con el dinero de la pensión que no iban a recibir nuestras «abuelas». Y el mensaje se remataba con un inequívoco «protege Madrid»; es decir, defendámonos de los inmigrantes –especialmente identificados como africanos– que viven en España sin familia. Abascal en persona manifestó, a la llegada de su grupo al Congreso, que «no basta el DNI para ser español».
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La discusión que ha mantenido en ebullición a los medios, a lo largo de las dos últimas semanas, se solapa con las iluminadoras declaraciones en prensa del escritor Dennis Lehane a propósito del racismo, a su paso por España. Este autor, que trasciende el género policiaco creando obras como Golpe de gracia, confiesa haber conocido de niño «tanto odio racial» en su inmediato entorno que esa circunstancia marcó por siempre su vida; y, lúcidamente, ha señalado –también– que «la raza ha definido EE UU desde el principio», porque ése sería «el pecado que los norteamericanos no podemos superar».
Un pecado original que, por fortuna, no encuentra equivalencia en la configuración de lo hispano, si bien es extremadamente leve la línea que separa la xenofobia –u odio y prejuicio ante el extranjero– del racismo –o exaltación, con pretensiones de superioridad, de un grupo étnico sobre otros–. No permitamos que, venga de donde venga, dicha plaga se normalice aquí.
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