Ibarrola

Entre la risa y el miedo: la inquietante sombra de Vox

«El modelo que se desearía implantar en el resto del país es un modelo que gusta de cabalgar sobre los corceles desbocados de la exclusión, la intolerancia o el odio»

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 1 de abril 2023, 00:01

No sabemos si Abascal llegó a Valladolid –hace una semana– en coche o cabalgando como un nuevo Cid, a la manera en que lo mostraba uno de los primeros vídeos promocionales de Vox. Ya en Pucela fue recibido y aclamado por no más de ... 800 personas, contando a quienes no pudieron pasar a escucharlo en el recinto de la Feria de Muestras. García Gallardo actuó como «telonero» y le hizo los honores, insistiendo en lo mismo que va diciendo por todas partes: que el Gobierno del que es vicepresidente «ha inaugurado una nueva forma de gobernar, formado por los mejores, un modelo sin parangón». No aclaró en qué y quiénes eran exactamente «mejores», si –como ha señalado Gallardo otras veces– en «respetar la tradición y los valores» o «quitando gastos –según él– innecesarios» (salvo los suyos propios). Porque únicamente políticos como ellos –al parecer– «llevan la honestidad a la política» (hagan lo que hagan).

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De hecho, Abascal repitió algo semejante, pero apuntando más lejos, cuando refiriéndose a la reciente y extravagante moción de censura capitaneada por Tamames, afirmó que éste «había dado lecciones importantísimas en un parlamento lleno de miserables y traidores»; o reiterando que él y su partido no iban a descansar hasta «echar al peor gobierno de la historia». Y no nos engañemos, queriendo tomar como un lapsus de conocimiento tamaña barbaridad: obviar los represivos, sanguinarios y corruptos gobiernos del franquismo con esa mirada al pasado no resulta en absoluto casual. Pues lo cierto es que se le podría hasta agradecer a Vox haber traído un poco de humor o sorpresa a la política española (con intervenciones disparatadamente chuscas como la de Tamames el otro día), si no fuera porque cosas tan graves como ésas las dicen por completo en serio.

Igual ocurre cuando tales líderes aseveran –por boca de Gallardo– que lo llevado a cabo en Castilla y León constituye la «carta de presentación» de lo que Vox quiere para España; o Abascal refrenda que el gobierno de esta comunidad es «el mejor» y «un ejemplo» para toda la nación. Tal «carta de presentación» está llena de borrones y, si éste es el futuro ejemplo o modelo de gobierno para el país, más vale que en el PP nacional se acostumbren a la idea de que van a dormir peor –caso de alcanzar el poder mediante una alianza con Vox– de lo que Sánchez barruntaba que iba a hacerlo gobernando con Podemos.

Añadamos a lo dicho por Abascal en su mitin vallisoletano el desdén con que se refirió a la famosa «peineta in pectore» de Mañueco y tendremos el retrato de cuerpo entero de lo que Vox significa, ya que –en su opinión– ese gesto le «parecía poco para los insultos que recibimos todos los días». Y es que, a su partido, que puede –tras los últimos acontecimientos– mover tanto al miedo como a la risa, habrá que tomárselo con la meticulosidad y rigor que requiere cualquier formación ultranacionalista. Puesto que representa –ni más ni menos– un movimiento que amenaza la serena convivencia que tanto costó alcanzar en España; que propulsa tratar a los que no piensen igual como enemigos; o que pretende –con la imposición de una cosmológica dicotomía entre «nosotros» y «ellos»– que se mire a los inmigrantes como gentes «indeseables y criminales en potencia».

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De modo que nadie se equivoque, porque el modelo que se desearía implantar en el resto del país por parte de Vox es uno bastante viejo y bien conocido, a poco que revisemos los errados caminos de la historia del siglo XX que condujeron al infierno de la «guerra total»; un modelo de pensamiento único con aversión a lo diferente y diverso en todos los sentidos: en las relaciones entre sexos, entre naciones y pueblos, en lo familiar, en lo político, en lo religioso, en lo informativo, en lo identitario, en lo territorial. Un modelo preconstitucional que colecciona adhesiones entre el creciente descontento ante los excesos y destrozos del globalismo. Y que gusta de cabalgar sobre los corceles desbocados de la exclusión, la intolerancia o el odio. Que el PP –en especial– no lo olvide cuando vea cómo le persigue implacable, tras sus pasos hacia el poder, la alargada e inquietante sombra de Vox.

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