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A un par de fechas de que sea la noche más mágica del año, no puede uno sino recordar otras muchas semejantes esperando a los reyes con ilusión y esperanza. Lo que ya resulta cada vez más difícil en estos tiempos inciertos y turbulentos. Cuando ... algunos de los que ahora ya estamos en edad de irnos despidiendo de casi todo éramos niños, los reyes no tenían rival, ni como fiesta ni como portadores de regalos. Más aún: aquellos magos venidos de Oriente nos confirmaban la fe en Dios y en el ser humano. En la actualidad, Santa Claus juega con algo de ventaja respecto a ellos, pues –aparte de ir vestido literalmente con el color corporativo de la Coca-Cola–, llega antes que los reyes y sus juguetes pueden ser disfrutados durante unos cuantos días más por los chavales, hasta que empiezan las clases.
Pero lo cierto es que ya entonces los reyes magos hacían gala de una serie de características que daban que pensar: por ejemplo, su mosqueante ubicuidad en el mismo día y hora; la multiforme apariencia de estos personajes, vistiendo a modo de capas –en cierta ocasión y años después– una especie de cortinas de baño (para enfado de muchos); o su manía de traernos un regalo diferente al que les habíamos pedido, así un patinete en vez de una bicicleta. La respuesta de los mayores a nuestra pregunta de ingenuos infantes sobre tan extrañas coincidencias y divergencias solía sonar siempre igual: porque son reyes y magos, de manera que hacen lo que quieren. Y aprendimos, por tanto, a echar la culpa a la magia de todas las incongruencias y frustraciones que el mundo nos descubría.
Tampoco es que Santa Claus, cuyo grado de popularidad y aceptación en las fiestas navideñas españolas parece seguir creciendo, no tenga sus detractores. Aquí, como en otros países de Europa, se le señala o estigmatiza tanto por 'foráneo' como por 'paganizante'. Y –también– por favorecedor y propagandista del consumismo más salvaje. Sin embargo, Papá Noel no debería de ser considerado ni más ni menos pagano que los reyes magos, pues unos y otro provienen de costumbres y creencias folklóricas que convergieron en el cristianismo. Ni habría de tildársele de extranjero, pues –respecto a los «orientalizantes» reyes– sus orígenes europeos no pueden ponerse en duda: antes de que fuera identificado con el histórico obispo Nicolás de Bari, que vivió entre los siglos III y IV, ya había figuras de la mitología nórdica a quienes se suponía surcar los cielos con su carro durante el solsticio invernal; o personajes como el Olentzero vasco-navarro, que –al igual que su primo hermano Santa– se presenta en la misma época solsticial, con apariencia de gordito barrigudo y bonachón, para llevar sus regalos a la chiquillería.
Porque, en realidad, las acometidas contra el pobre Claus responden a una idea retrógrada de nación, de religiosidad y de la propia Europa, que –desde sus facciones más nostálgicas– nos da la sensación de haber recrudecido los ataques hacia todo lo que no se ajuste al modelo de viejas patrias y una sola fe. Cuando lo europeo es tanto resultado de lo pagano como de lo cristiano; del politeísmo como del monoteísmo; de las religiones como de las leyes; de la reforma como de la contrarreforma; de lo helénico como de sus confines; del Mediterráneo como del Atlántico; del imperio romano como del llamado sacro imperio romano germánico; de los imperios como de las democracias; de las guerras como de la paz; del pragmatismo como de la utopía.
Hoy en día, y en estas tierras heladas de Castilla y León, conviene recordar esa complejidad de nuestras culturas; y, tras celebrar la visita de Santa Claus, esperar con idéntica o mayor alegría la inminente llegada de los reyes magos. En nuestra carta a ellos no habrá de faltar, entre las peticiones, el deseo de que se solucionen problemas tan importantes como la despoblación u otros como la escasez de trabajo bien remunerado para jóvenes, hallándose las dos cosas estrechamente ligadas. Pero no olvidemos la trascendencia de decidir qué tipo de Comunidad Autónoma queremos ser; y en qué realidades económicas o culturales cifraremos nuestras estrategias de progreso para el futuro.
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