Rodrigo Jiménez

La movilidad en las ciudades europeas del futuro

«No resulta aceptable que quienes presumen de progresismo diseñen una ciudad intransitable e invivible para esa 'inmensa minoría' que, por razones de vejez y discapacidades varias, no puede usar la bicicleta o el patinete»

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 16 de marzo 2024, 19:32

El debate en torno al soterramiento del tren en Valladolid es más revelador de lo que se cree: si nos afanamos en desentrañar qué tipo de modelo de ciudad hay detrás de las recetas para superar la brecha que supone el ferrocarril en esta ... capital mediante la llamada 'integración', se descubrirá que problematiza -y no resuelve- un montón de aspectos. Por ejemplo, y como bien ha sido señalado, condenaría a Valladolid a vivir en el futuro dividida por una especie de herida insalvable, ya que suturar el muro que constituye el tren con un entramado de túneles y pasarelas apenas palía sus inconvenientes y provoca otros mayores: esos 'túneles del miedo' y 'pasarelas interminables' difíciles -muchas veces- de afrontar por niños o personas mayores, lejos de unir zonas de la urbe consolidan divisiones y acarrean la discriminación por género y edad de una importante masa de población.

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Ahora, una anunciada ley de movilidad sostenible, que -según algunas críticas- el gobierno utilizaría como cortina de humo para difuminar turbaciones más profundas, plantea extender al plano nacional medidas de movilidad que ya han hecho patente en otras ciudades o países la complejidad y escasa eficacia de modelos como los mencionados. Así, en Francia, existe toda una contracorriente acerca de la proliferación de bicicletas y patinetes de los últimos años, con los correspondientes debates en el parlamento y la prohibición mediante referéndum del alquiler de los segundos en ciudades tan relevantes como París. La capital francesa, siempre bella y atractiva, se había convertido en una ciudad no apta para gente de cierta edad, con tantas bicis y patinetes circulando por dirección contraria a los coches; o estos últimos explotando en el metro y edificios. Por lo que la gente empezó a decir basta al contumaz desacato de la normativa que ejercían dichos vehículos, invadiendo aceras o pasos de peatones y atropellando a los viandantes.

La verdad es que no resulta aceptable que quienes presumen de progresismo diseñen una ciudad intransitable e invivible para esa 'inmensa minoría' que, por razones de vejez y discapacidades varias, no puede usar la bicicleta o el patinete. Seguramente revolotee en su cabeza una imagen jovial de ciudad, propia de hace años, cuando la media de edad era muy otra en las urbes europeas y adolescentes de ambos sexos recorrían con semblante 'happy' las antiguas calles en sus bicis. La realidad de hoy parece bien distinta: la mayoría de quienes emplean tales vehículos son trabajadores que no tienen recursos para otro medio de transporte y -en no pocos casos- se valen de ellos como herramienta para (fuera de una regulación laboral adecuada) repartir comida o paquetes por 'cuatro perras'. En suma, ello constituye una forma de trasladarse que responde más al patrón chinesco de un pelotón empobrecido que trabaja en precario sin derecho a coche ni una retribución digna. ¿Qué sería lo peor de esto? Que habría mucha gente –con el tiempo una no despreciable parte de la población– que apenas se atrevería a salir de casa, porque el hacerlo pondría a muchos en una situación de atemorizados conejillos expuestos a ser cazados por el aluvión de agresivos vehículos sin control. Y, entonces, sucedería algo similar a lo que ocurrió en el franquismo con tantos discapacitados que sufrían una suerte de 'eugenesia ambiental' al no ver modo ni recursos para emerger a la superficie. Lo que no importaba demasiado, pues en la España «una, grande y libre» sobraban los individuos con alguna afección física o mental, ya que si no eran tomados por 'rojos' lo eran por 'defectuosos'.

Por el contrario, el diseño de las ciudades que habrían de surgir en el futuro de Europa debería ser opuesto: uno en que, además de respetarse y poner gran cuidado en permitir que los escasos niños deambulen sin excesivos riesgos, se tenga en cuenta a esa importante proporción de gente mayor con problemas de movilidad, aparte de quienes adolezcan de ellos por otras causas. Un diseño de verdaderas 'slow cities' y no de puertas del infierno a toda clase de infracciones y peligros para la circulación o despiadada jungla sin concierto ni ley.

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