Inteligencia artificial, ¿forma de conocimiento o autodestrucción?

«El director de ChatGPT sólo invoca la regulación del Estado cuando piensa que la falta de controles no va a jugar a su favor» ·

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 27 de mayo 2023, 00:32

Lunes, 21 de mayo. Como dirían los cursis, una fecha para la historia. ¿Para cuál? La pequeña, la grande, la que marca y recoge nuestros avances o retrocesos, los pasos hacia el progreso o los errores monumentales… El reciente ingreso de Asunción Gómez-Pérez, catedrática ... de la Universidad Politécnica de Madrid, en la Academia Española de la Lengua, ha coincidido en el tiempo con la visita de Samuel Altman, fundador de la compañía Open AI, a Pedro Sánchez en la Moncloa.

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No parece -en todo caso- una casualidad cualquiera. Una y otro se dedican al mismo campo de investigación, que es el de la Inteligencia Artificial (gran tema de moda); ambos han tenido unas intervenciones públicas al respecto que, en mayor o menor escala, les hacen acaparar portadas de los periódicos: ensalzando las bondades del nuevo invento, pero anunciando -también- otros ingenios de la misma clase que están por llegar y avisando de los peligros de esta innovación tecnológica; es decir, transmitiendo los dos un mensaje de cierta ambigüedad y cautela.

La nueva académica ha hablado de los potenciales riesgos de esos 'nuevos modelos de lenguaje' que pueden reproducir patrones humanos, empleando términos «que van desde la discriminación y la exclusión a la incitación al odio o a la violencia». O sea, que cabe pensar que tan sofisticada maquinaria, dependiendo de quien la programe y maneje, acabaría comportándose como los mentecatos que chillaban infames insultos racistas a Vinicius en el partido entre Valencia y Madrid del pasado domingo. Y, peor aún, que los sistemas de IA serán capaces en el futuro de replicarse a sí mismos -según advierten igualmente los expertos-; así que quizá decidan, un buen día, aprender la jerga del prejuicio y la memez de tanto estar rodeados por furibunda gente que la practica.

De otra parte, Altman -en su comparecencia de hace más de una semana ante una comisión del Senado de los EE UU- ha venido a decir algo parecido, aunque todavía más inquietante: «Si las cosas van mal (con la IA), irían muy mal»; por lo que el CEO anunciaba a unos senadores muy complacidos por tan cortés ofrecimiento que «la intervención de los gobiernos para regular las IA va a ser crucial para limitar sus riesgos», ya que -de no tener lugar- «los peores temores de causar daños irreparables al mundo podrían hacerse reales».

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Y es que, de acuerdo con lo que puntualizó -después de escuchar la halagadora presentación de Altman- uno de los veteranos senadores y, a la sazón, presidente de la comisión parlamentaria, los patricios norteamericanos ya habrían perdido la cuenta de la cantidad de personas y entidades del sector privado que se presentaban allí para tratar de persuadirles de que «la economía prosperaría si los legisladores se quitaban de en medio». Otro participante en la sesión, el catedrático emérito de la Universidad de Nueva York Gary Marcus, fue un poco más crítico con lo que está ocurriendo, al describirlo como «una tormenta perfecta de irresponsabilidad corporativa, penetración extraordinaria y falta de regulación y de confianza»; para concluir que «la humanidad está yendo por detrás esta vez» respecto a lo que sucede en relación con la Inteligencia Artificial.

Por lo que no hay que confundirse: la aparente generosidad y sensatez de un personaje como Altman en su intervención de Washington comporta no menos hipocresía que lucidez. Como todos los ejecutivos ultra-liberales de las grandes empresas TECH, el director de ChatGPT sólo invoca la regulación del Estado cuando piensa que la falta de controles no va a jugar a su favor. Y, en este aspecto, no fue tampoco casual que él dejara caer -entre sus pronósticos- algunas intencionadas referencias al uso que China u otras potencias (eventualmente hostiles frente a los USA) pudieran efectuar de «los nuevos juguetes tecnológicos»; o -incluso- los comparara con las armas nucleares. Porque, en efecto, y según ha indicado Gómez-Pérez, «no todo lo que sea técnicamente posible es socialmente conveniente»; pero la pretensión de aminorar tal peligro seguramente se quede en eso, cuando -como bien afirma Noam Chomsky- «el genio ya está fuera de la botella».

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