Se encontraba Luis Miguel Dominguín toreando en la plaza de toros de Zaragoza, mientras un vehemente espectador muy próximo a la barrera no dejaba de meterse con él. Lo típico: crúzate más, coge la muleta con la izquierda, baja la mano, qué malo eres… Cuentan ... que el genial maestro, cansado de la situación le pidió a su apoderado que identificara a ese personaje que le estaba haciendo pasar un auténtico calvario. Tras las averiguaciones supieron que aquel entusiasta aficionado era el propietario de una conocida óptica de la ciudad.
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Y como Luis Miguel Dominguín repetía tarde en aquella localidad aragonesa, vio la oportunidad de acercarse a la óptica y conocer de primera mano a su mayor crítico.
La suerte hizo que fuera el mismísimo propietario quien le recibiera. El diestro solicitó unas gafas alegando que no veía muy bien, el óptico le ofreció unas gafas para que se las probase. Y una vez puestas las gafas, Luis Miguel le dijo: «Estas gafas tienen un defecto porque solo se ven hijos de puta».
El propietario que tenía más arte incluso que el torero, sin inmutarse, se hizo el sorprendido, tomó las gafas, se las puso, y miró fijamente al torero mientras le decía: «efectivamente tiene usted razón, con estas gafas solo se ven hijos de puta».
Imagínense la maravillosa situación, finalmente sepan que aquellos dos hombres terminaron por ser grandes amigos.
El consejero de Cultura, quien se comprometió hace un año con «voluntad clarísima» a restaurar la Casa Botines de León, ahora parece haberse olvidado.
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El olvido no tiene un pase y más cuando estamos hablando de uno de los tres edificios que realizó Antonio Gaudí fuera de Cataluña. Un edificio catalogado como Momento Nacional y Bien de Interés Turístico Cultural, mundialmente conocido y visitado y que podría llegar a ser patrimonio de la humanidad durante el centenario de la muerte del brillante arquitecto el próximo 2026.
Seguramente habrá quien piense que si el Museo hubiese dedicado la recaudación de un día y la hubiese donado a un bolsín o hubiese programado unas jornadas culturales taurinas con maestros retirados esto se resolvería como una faena aseada.
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Pero parece que el consejero no entiende que Antonio Gaudí está considerado el mejor arquitecto de todos los tiempos, y que desconoce que La Casa Botines en menos de mil días pasó de ser un edificio de oficinas a uno de los museos con mayor proyección internacional, y que en el año 2021 estuvo en la Final del Museo Europeo del año (Estonia).
Y es que, en los toros, estimado consejero ya solo nos queda dos emociones, la que despierta lo bello y la que despierta el peligro. Pero como dijo Lorca: «el torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea, sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre de jugarse la vida».
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Pues eso, le diría al consejero que se cambie las gafas y corrija la trayectoria de la suerte, porque lo verdaderamente difícil es rematarla adecuadamente. Que como decía Joselito: «el toreo es un don que uno trae al mundo y el que no lo trae no será nunca un torero de verdad».
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