Desde siempre me considero un tipo bastante social, me gusta el contacto con la gente, se me da bien, virtud que sin duda ha heredado con creces mi hijo Dimas.

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Creo firmemente en los beneficios de ser un tipo social, aunque algunas veces el asunto ... se me haya ido de las manos. Quien me conoce sabe que un pequeño trayecto caminando se me puede alargar hasta el infinito. Hago más paradas que un paso de Semana Santa de vuelta a su capilla. Lo reconozco, soy incapaz de centrarme sólo en el saludo y casi siempre pico y caigo en las garras de los profesionales del ocio y tiempo libre.

He intentado tomar como propio el típico saludo leonés, ése que tan magníficamente bien plasmó el gran escribidor y periodista David Rubio, y que consiste básicamente en cruzarse con un paisano por la calle y únicamente subir las cejas sin mover ningún músculo más de la cara. El abrazo con palmas en la espalda queda reservado para la politología.

Cuando empecé a salir con mi 'señora' , siempre que ella intuía que nos íbamos a encontrar con algún 'profesional de la chaqueta' me decía: por favor, no te pares.

Yo lo he intentado y he querido llevarlo a práctica, pero la genética es muy traicionera y no valgo para cortar a un tipo de manera seca.

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Me gusta saludar y dar los buenos días, lo hago en el rellano, en la calle, en el ascensor o en el patio del colegio. Pero sin duda, una de las cosas que más me gusta es saludar desde el coche tocando el claxon. Lo reconozco, es algo superior a mis fuerzas, realmente nada es comparable a un buen pitido mientras un conocido cruza el paso de peatones.

Todos los años realizaba la travesía del Cares con mi abuelo Armando y siempre me llamó la atención que nos saludábamos con todos los montañeros que nos encontrábamos en la ruta. Es posible que de ahí me venga la afición.

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En una localidad Sueca han realizado una campaña para mejorar la salud mental entre sus lugareños, que consiste básicamente en que sus ciudadanos se saluden. Algo tan sencillo y parece que beneficioso a la vez. Bajo la campaña 'Di hola', las autoridades suecas están convencidas de que esta medida es beneficiosa para luchar contra el aislamiento social y la soledad, ya que en esas tierras que invitan poco a salir a la calle por el clima y las pocas horas de sol, la gente tiende a aislarse y a quedarse en sus casas.

Algo así deberían hacer nuestros políticos, que también parece que viven en su propio mundo. Mejor nos iría si salieran de ahí, se saludaran más y dejaran a un lado esa confrontación que acaba por crispar cada vez más a la mayoría de los ciudadanos. La gente intenta ser feliz en la medida de los posible, tener un buen colegio y que la consulta del médico no se demore en exceso.

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La gente está cansada del show, porque esto acaba siendo como en aquella película en la que después de la guerra los generales de uno y otro bando se juntaban para contar los cadáveres mientras se fumaban un puro. Aquí a diferencia de Suecia tenemos muchas horas de luz, además de unos magníficos bares y terrazas que invitan al arte de saludar.

Así que amigos políticos, ya saben, háganme caso, salúdense más, hablen más, interactúen, sean ingeniosos, abandonen los manuales de politología y las frases hechas. Y si guardan un poco más las formas, ya para nota. No finjan, y sobre todo no hagan como que no nos ven.

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