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Cuando cursaba quinto de EGB a nuestro profesor se le ocurrió la brillante idea de realizar unas elecciones, con todas las garantías, para elegir al delegado de clase, incluyendo urnas y toda la parafernalia que se puedan imaginar. Para ello, los alumnos más afines se ... fueron juntando bajo el paraguas de unas siglas, creando partidos como: Alianza Colegial, el Partido Socialista Escolar, el Centro Democrático Estudiantil y algunos más. Por supuesto, yo encabecé uno de estos últimos, pero no les diré cual.
El maestro, convencido de que de aquel experimento saldrían sólo dos o tres partidos, se encontró como por arte de magia con más de ocho partidos para una clase de cuarenta alumnos. Los debates en el encerado fueron de menos a más. Cada uno hacía lo que podía, trasladando al aula lo que veía y oía en casa, arrancando el aplauso entusiasta de los suyos.
Como se pueden imaginar, aquella experiencia no valió para el fin para el que fue creada, pero desde luego confirmó el entusiasmo y la intensidad con la que los leoneses viven el día a día. Ideas había pocas, no se olviden que teníamos diez años, pero manejábamos perfectamente la bronca y los abucheos.
Que en León guste tanto la política es por algo. El reino de León es tan auténtico como peculiar y con una idiosincrasia única, difícil de extrapolar. Por ello, las cosas más insólitas y políticamente incorrectas sólo pueden darse en esta región. Es algo tan simple como la selección natural, donde no hay cabida para el que no le guste este chafardeo, algo parecido a aquello que decía Gila de que el que no tenga humor que se vaya del pueblo.
Situaciones como el famoso Pacto Cívico de 1987, en el que populares, socialistas y lo poco que quedaba del CDS se unieron para quitar a un Juan Morano que se presentó a unas elecciones como independiente. O momentos surrealistas como la de aquel alcalde de Valderas que se imaginó como sustituto de Silvia Clemente al frente de la consejería de agricultura y su ayudante que, bajo la promesa de hacerle jefe de gabinete, se dedicada a recortar las noticias de la consejera que salían en los periódicos.
Y aquella perfomance en la que, tras el asesinato de Isabel Carrasco y la posterior detención de su vicepresidente en la Operación Púnica, reunieron a todos los diputados para elegir presidente de la Diputación al menos expuesto, ya que nadie se fiaba de nadie, y había demasiado miedo.
Y más recientemente el esperpento del jefe de los socialistas queriéndose cargar al alcalde (de su mismo partido), en unas primarias en las que se pegó un tiro en el pie y comenzó su declive político. La semana pasada León volvió a ser el epicentro de los sainetes políticos con esa lista del partido popular y su candidata rebelde.
Otra vez León y otra vez la política, algo difícil de catalogar, pero sin duda marca de la casa como la cecina o la morcilla.
Y la explicación de todo lo que ocurre quizá esté en la intensidad con la que el personal se toma las cosas. Porque la política, al final, no deja de ser una muestra, un reflejo de la sociedad leonesa. Queda poco más de un mes para las próximas elecciones municipales y ya les aseguro que esto no ha hecho más que empezar. Ya lo verán.
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