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Me considero un tipo que en muchos momentos le he tenido que echar jeta a la vida. Que no es lo mismo que ser un jeta. Fue en Granada hace ya unos años cuando conocí a uno de los tipos más geniales y polémicos, Emilio ... García Weidemann.
De aquella, Emilio participaba en las tertulias de los lunes por la tarde y se batía el cobre frente a otro titán y también respetado filólogo y periodista, Joaquín Abras de Santiago, quien firma sus afiladas tribunas como el duende del Realejo.
Emilio falleció demasiado joven, apenas cincuenta años, lo que no le impidió dejar un magnifico legado de estudios y ensayos, sobre todo como profesor de lengua española en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada.
Pero a Emilio lo que de verdad le gustaba era esto de los medios de comunicación. Escribía una columna semanal en el Ideal de Granada, siempre con polémica asegurada. Todos sabíamos que el día previo no podíamos contar con él. Se lo tomaba tan en serio, que se encerraba en casa y no estaba para nadie.
Sentía tanto la llamada de los medios de comunicación que creó un Curso de Experto Universitario en Comunicación y su posterior Máster en la Universidad de Granada.
Nos persuadió con arte, como era él, de tal manera que prácticamente toda la profesión acabó matriculándose en aquella empresa que llevaba a cabo el brillante humanista.
Y como el tiempo era el que era, uno trabaja y salía, y aquello del curso lo salvábamos como podíamos. Clases por la tarde los jueves y viernes, y los sábados por la mañana.
Y también había deberes. Recuerdo aquella crítica de cine que nos pidieron, para la que ni fui al cine ni volví a acordarme hasta el día antes de presentar el trabajo.
Llamé a mi amigo Gonzalo González Laiz, quien como dice mi hijo Dimas, seguramente sea el hombre que más sabe de cine, y le pedí unas líneas para salvar el expediente.
La película elegida fue Luna de Avellaneda y aquello fue tan acojonante que el profesor me pidió permiso para fotocopiarla y leerla en clase. Fue tal el éxito que preso de la vergüenza tuve que abandonar la clase antes de terminar abrumado de tanto elogio.
La verdad nunca se supo y yo me fui con mi diez a la emisora. Pasé tan mal rato aquel día que aun hoy no he sido capaz de ver la película, y eso que Ricardo Darín y más concretamente su país, Argentina, siempre me ha llamado mucho la atención.
Lo que desconocían todos mis compañeros es que estaban leyendo el texto de un espléndido profesor de Instituto, otro filólogo (recuerden carrera seria), de extensa cultura y probablemente, el más completo crítico de cine.
Hoy se celebran los Goya en Valladolid, no sin polémica. Polémica por el alto coste que conlleva traer una gala de ese calado a una ciudad de provincias, cuyo retorno es imposible de medir, ya que cualquier cifra que se dé será buena y habrá que creérsela. Y polémica porque el miedo escénico a los agricultores, a sus protestas con sus tractores está ahí presente.
Son muchos los ojos que habrá puestos alrededor de la Feria de Valladolid en la noche de los Goya. Se espera glamur, vestidos de gala, famoseo y muchas autoridades de primera línea. Todo ello perfectamente coordinado y protegido por nuestras fuerzas del orden público. Pero ustedes ya saben que donde se formará la polémica será dentro, en el teatro y en su alfombra roja, donde sin duda se dará rienda suelta a las agudas intervenciones y reivindicaciones, que precisamente no serán agrarias. Allí, cuando caiga la noche y el Martini con Vodka en vez de mezclarse, se agite.
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