Peláez
Abriendo el compás ·
A mí me ha enseñado a conocer Valladolid a través de sus Vallisoletanías, gracias a sus columnas ahora sé que, si algún día me compro un piso en Valladolid, tiene que ser en la calle GamazoSecciones
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Abriendo el compás ·
A mí me ha enseñado a conocer Valladolid a través de sus Vallisoletanías, gracias a sus columnas ahora sé que, si algún día me compro un piso en Valladolid, tiene que ser en la calle GamazoDe pequeño milité en varios colegios y eso que mis padres siempre vivieron en León, pero las circunstancias provocaron esa peregrinación de centros. Algo que quizá podría ser traumático para algunos, yo siempre lo viví como una grandísima oportunidad para conocer nuevas gentes y como ... decía aquel, también nuevas ropas.
Haber vivido esos cambios me ha permitido ya en la vida que llaman adulta, afrontar sin temor nuevos retos en otras ciudades, sin que el choque social apenas me haya afectado.
Me considero un tipo abierto e inquieto, todo lo contrario, a esos 'Champions' que están cansados de conocer gente y que sólo se refugian en los libros, o eso dicen. Me gusta la gente y me gusta, por qué no decirlo el chafardeo, como dice el gran periodista montañés Alfonso Martínez.
Mi esposa Sofía, psicóloga y madre en apuros, hace años me hablaba de unos artículos que había leído en 'El País' bajo la sección Mamas & Papas y en especial unos sobre la crianza que firmaba un tal José A. Peláez.
Cuando asumí la dirección regional de la emisora en Valladolid, el primer exterior postpandemia fue una 'Brújula' desde el Itacyl. Juan Ramón Lucas me comentó que le gustaría meter en la tertulia política a un columnista local y que le habían hablado muy bien de un tipo que tenía una agencia de publicidad y que escribía unos magníficos artículos en El Norte de Castilla. No hizo falta que me dijese más. Porque todos sabíamos que se refería al Zidane de los opinadores de El Norte de Castilla.
Peláez participó en aquella tertulia y desde aquel día en poco tiempo se convirtió en uno de los puntos cardinales de la 'Brújula' que dirige el brillante Rafa Latorre.
Los cafés y las cañas con Peláez son pequeños lujos que algunos privilegiados podemos disfrutar. Es divertido, culto y rápido.
Mi amistad con él es desde hace poco tiempo, pero es de esos tipos de los que tienes claro que si aparecieses en su colegio te gustaría que fuese amigo tuyo. A mí me ha enseñado a conocer Valladolid a través de sus Vallisoletanías, gracias a sus columnas ahora sé que, si algún día me compro un piso en Valladolid, tiene que ser en la calle Gamazo pero, sobre todo, me ha hecho disfrutar y gozar con los lechazos con esa genial disculpa de que únicamente somos: agua, vino y barro.
El martes pasado el jurado del Premio de Periodismo David Gistau le otorgó el galardón en su quinta edición. ¡Casi nada! Por un articulo publicado en ABC en el que muestra la reivindicación de las relaciones humanas en el mundo contemporáneo. Un premio que sólo por el nombre que lleva, ya sabemos que está reservado para los más grandes, la crème de la crème de las letras.
A quince días de cumplir los 46, Peláez se ha coronado como un talentoso escritor, pero para mí sobre todo es una excelente persona.
Escribir aquí, en su periódico, sobre Peláez, quizá pueda parecer una osadía, pero desde aquí reivindico su figura como cronista oficial de la Comunidad de Castilla y León, porque estaremos todos de acuerdo en que será muy de Valladolid, pero ya les digo yo, que las mollejas a la leonesa del Adonías Pozo en León las degusta como los ángeles. Cruzado al pitón, engañando al toro, pero sin mentir.
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