A mi hijo mayor Dimas le ha picado el veneno del fútbol. Desde bien pequeño su madre y yo teníamos claro que había que evitar ese deporte por encima de todas las cosas y que en cuanto el chaval fuera cumpliendo años, le intentaríamos llevar ... por otros caminos.

Publicidad

El fútbol es lo máximo, es el deporte de los deportes y aunque muchos se lleven las manos a la cabeza, y mientras leen estas líneas giren la mollera en claro gesto de rechazo, lo cierto es que saben que tengo razón, aunque no me lo reconocerán jamás.

Cada vez son más numerosos los que piensan que el origen de los otros deportes es por la mera existencia del propio balompié. Es decir, que el balonvolea, el lanzamiento de jabalina o los saltos de trampolín existen, porque hay personas que no hemos triunfado en el fútbol. Porque vamos a ser serios, no me imagino a ningún chico que sueñe con ser campeón de los cien metros o de lanzamiento de disco, por mucho que su padre le ponga en la tele Carros de Fuego.

La mayoría no hemos podido ser estrellas del deporte rey, y, por tanto, el personal ha tenido que demostrar sus cualidades atléticas y buscar el aplauso y el reconocimiento en otras disciplinas.

A mi hijo le pilló la pandemia justo en esa edad en la que el balón empieza a llamarte la atención. Tiempos en los que en el patio del colegio se suspendieron todas aquellas actividades que requerían de un esférico.

Publicidad

De manera que aquello nos facilitó el acceso a otros deportes como las clases de tenis de los sábados o la natación entre semana.

Y así éramos felices e íbamos pasando las distintas etapas, hasta que un buen día el aguijón del balón nos pinchó en el recreo del colegio.

A mi gusta el fútbol, jugaba todo lo que podía, y mi ídolo era Fernando Redondo. Evidentemente no triunfé, ni siquiera fui nunca titular porque no tenía ni actitud ni aptitud para pertenecer a un equipo. Me gustaba jugar en el recreo o con los amigos en las pachangas de verano, en las que el nivel de todos era muy similar (más bien flojo) pero sinceramente les diré que cuando más disfrutaba y aún disfruto es viendo al Madrid con un par de cañas.

Publicidad

Soy de los que piensa que hay que saber jugar al fútbol, aunque sólo sea para no quedarte aislado en el recreo. Que los niños son crueles y un poco cabrones es algo que todos tenemos claro, y que los «paquetes» siempre éramos los últimos en ser escogidos para formar equipo también. El que mejor la toca suele ser siempre el que no la pasa y el más chupón, aunque estés solo ante el portero.

Decía Santiago Bernabeu que: «No hay peor cosa que futbolista con papá». Una gran frase que resume a la perfección nuestras dudas para con el fútbol infantil. Los niños son lo que son, pero ver allí a los papás alucinados porque su hijo hace la bicicleta o le ha fichado el club del barrio, es una de las situaciones más bochornosas que me he encontrado. Cuando nosotros jugábamos los padres simplemente no iban y los que se acercaban a llevarnos se quedaban en el coche. Ahora los papás y las mamás van equipados hasta con el chándal oficial y se colocan en la banda contraria al míster, contradiciendo a éste. Alguno hasta remata el córner, imaginariamente.

Publicidad

¡Vamos! La misma energía que emplean en el día a día cuando no pasa nada por ir al colegio sin hacer los deberes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad