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Esta semana las aulas de los colegios volvieron a abrirse una vez consumido el tiempo del verano que tan felices nos ha hecho a muchos. Permítanme hacer hincapié en el verano como estación, como concepto de vacaciones, asociado siempre al ocio y al disfrute. ... Ese que siempre echamos de menos. Sin embargo, agradeceré despedirme de eso que yo llamo el «verano perruno», el de las camisetas sin mangas, los pantalones «pirata» (ya no les digo si lo llevan jubilados), y por supuesto, el atuendo que más falta de respeto y de decoro provoca, las llamadas chanclas.
Mi hijo Dimas, apenas durmió la noche del miércoles preso de los nervios que siempre le provocaba el primer día de clase. Revisó la cartera, ahora llamada mochila, dos o tres veces y comprobó que todo el material estuviese bien marcado.
A mí me ocurría algo parecido, pero con la diferencia de que no sólo no dormía el día antes, el insomnio ya me visitaba al menos una semana antes del día fijado como el inicio de curso. Y los nervios no eran precisamente de alegría, sino de tristeza e incluso de rabia por volver a empezar de nuevo.
Del colegio no me gustaba ni el recreo, y eso que fui a varios. Pero sin duda, lo que más odiaba, era la extraescolar más demandada para los padres en todos los colegios, que no es otra que 'hacer patio'.
Mi madre, que es muy buena gente, desde siempre se vio enredada por las vecinas malonas que pontificaban en la parada del bus. Y en algún que otro lío me vi metido sin comerlo ni beberlo. Hacer patio es una mala costumbre, porque el ocio y el tiempo libre siempre acaba por llevarte a caminos peligrosos y a tertulias tóxicas que casi siempre acaban mal.
El otro día le contaba a Dimas que en una ocasión en la que suspendí Inglés por no estudiar lo suficiente, me fueron a buscar mis padres al colegio. Si cierro los ojos, les puedo decir la vestimenta de mi padre.
Pues bien, como habían ido a la puerta del colegio, preferí retrasar la información del control y contarlo en casa de puertas para dentro. Aún estaba muy reciente el episodio de una compañera que cascó el suspenso en la puerta y el padre una vez en el coche probó la amortiguación del Renault 21 con dos galletas épicas. Lo mío tampoco salió bien porque llegó la típica «malona», a preguntarme delante de ellos qué nota había sacado…Les ahorro los detalles.
Hacer patio es una mala práctica, se vive más feliz en la ignorancia, simplemente con el tiempo justo de saludar y poco más. Porque está más que comprobado que, aunque vayas con la idea de que nada de turbe, siempre acabas encontrando el típico amargado que todo lo ve negro, al que quiere compartir contigo sus guerras académicas, los profesionales del conflicto y ya no les digo, los tristes.
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