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Tenía un jefe que siempre me decía que uno no debería poder votar hasta que no firmase la sentencia, es decir la hipoteca.
Yo les diré que ante el notario llegué quizás demasiado tarde. Seguramente porque decidí probar fortuna en otras ciudades, y porque siempre ... he sido un gran defensor del alquiler.
Mis padres compraron el piso ya de mayores, y mis abuelos, aún de más mayores.
Cuando Sofía y yo nos casamos vivimos unos cuantos años de alquiler y fuimos muy felices. En esos años estuvimos en dos pisos del centro de León, inmuebles que jamás nos hubiésemos planteado comprar. Podríamos decir que el alquiler cumplió su función, de hecho, con una nota bastante alta.
Pero al final, el estar a merced de un propietario y un poco de mala suerte, la vida, la familia y eso que llaman echar raíces, te acaba llevando al mundo de la compra, aunque no lo desees. No me olvido tampoco de una de las frases que más daño ha hecho a la humanidad, que no es otra que: «Total, lo que pagas de renta lo pagas de hipoteca». Pero esto, básicamente porque no es verdad.
Hoy en día los alquileres están por las nubes, y más en ciudades grandes y cosmopolitas. Y el recurso de tirarse al mercado de la propiedad no es bueno ni real.
Sofía y yo dimos miles de vueltas hasta que nos decidimos a comprar. Negociamos con Eladio (el propietario) hasta el último momento, sudamos con el banco y sus condiciones y nos entró un importante miedo escénico cuando nos vimos frente al notario con treinta años por delante de pagos y obligaciones.
Ya se lo imaginarán, metimos todos los ahorros y más, proyectamos una pequeña obra y nos salió mal, como era previsible. Las ñapas nunca salen bien, y como ya se sabe algunas cosas las pagamos dos veces.
Hicimos infinidad de cuentas intentando cumplir esa máxima de que los gastos del hogar no podrían superar nunca el cuarenta por ciento de los ingresos y convivimos durante meses con alguna caja de cartón sin abrir.
Pero lo más divertido es cuando una vez hechos los números, se te presenta la famosa comunidad y sus recibos sorpresas, y el popular Euribor que junto con los IBIS te ponen en el mundo real.
Según los últimos datos, la mitad de las viviendas que se han vendido en nuestro país han sido sin ningún tipo de financiación bancaria. Es decir, que la mitad han pagado a tocateja, billete tras billete sin ningún tipo de financiación.
Los economistas dicen que esto es producto de lo difícil que es lograr un crédito y de lo caro que está actualmente el dinero.
Antes de adquirir nuestro piso vimos otro al lado, en el que vivía una conocida industrial. Le preguntamos por el importe y si habían sido muy caros. Ella, ahora rentista, un oficio muy extendido en el León decadente me respondió que no sabía porque su padre le había regalado dos.
Pedir una hipoteca ahora es un mal negocio, primero porque los pisos son mucho más caros y segundo porque o tienes la nómina de un diputado en Cortes, o no te la darán.
Y entonces ¿quién compra los pisos a tocateja? Pues inversores, fondos, extranjeros con buenos ahorros y padres como las de esta industrial que esperan ansiosos a que un banco les coloque a un director de oficina de inquilino y les pague de alquiler mil euros o les de por la moda de los pisos turísticos, otro de los grandes males de las pequeñas ciudades.
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