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Como ya les he contado en numerosas ocasiones yo soy muy fan del tren. Lo utilizo todas las semanas y las estaciones de Campo Grande, Palencia y la de León, que aún no sabemos si será definitivamente bautizada como Santa Elvira, doña Sancha o vaya ... usted a saber, forman parte de mi día a día.
Con apenas tres años y con un estrabismo galopante me operaron en Oviedo los famosos Vega. Todos los años íbamos a la famosa revisión, aprovechando el festivo autonómico o los festivos locales. Los nervios del viaje ya los días antes se hacían notar, ya que el miedo a que surgiera algún problema no esperado o alguna complicación siempre estaba presente, algo así como el miedo escénico que tan magníficamente definió Jorge Valdano.
Pero sin duda el viaje también tenía sus cosas buenas, sobre todo, porque en León entonces no había McDonald's y aquella visita te permitía conocer las maravillosas hamburguesas que veías en la tele, mientras que a mi madre se le presentaba la posibilidad de acudir a Galerías Preciados o Simago. En los años ochenta en León, si los tres comerciantes que partían el bacalao decidían comprar camisas a rayas, todos los paisanos paseaban por Ordoño y la calle Ancha con las mismas camisas a rayas.
Pero para mí lo más alucinante de aquel viaje a esa ciudad donde las cafeterías tenían servicio de limpiabotas y la gente vestía con una clase imponente, era el ilusionante trayecto en tren. Recuerdo que salíamos y llegábamos de noche. Cuarenta años después la duración del viaje es prácticamente la misma.
El tren tiene algo mágico, algo especial por eso ningún medio de transporte puede competir con él. No me digan que esa siesta con la cabeza apoyada en la ventana con los últimos rayos de sol mientras el tren va de lado a lado, no es algo sublime. Y qué me dicen de la incertidumbre de saber con quién te ha tocado en una de esas butacas en las que llevas dos confidentes en frente que no conoces, únicamente separados por una pequeña mesa.
En unos días se inaugurará la llamada variante de Pajares. Una obra faraónica e insultantemente costosa. Diecinueve años y cerca de cuatro mil millones de euros, e innumerables daños medioambientales. Las fugas de agua constituyen un auténtico 'trasvase' encubierto de agua de los acuíferos de León por la variante de Pajares que según dicen servirían para abastecer una ciudad durante un año.
Soy de los que piensan que si en el norte de la comunidad tenemos alta velocidad es porque Asturias, está más arriba, y porque estratégicamente estamos bien situados. Dicen que habrá mucha más frecuencia entre los trenes que circularán por la comunidad y que incluso nos meterán el llamado 'Avlo'. El tren de bajo coste, en el que como nos contaba el brillante Sergio del Molino, el ciudadano envidia al ganado que viaja cómodamente en sus vagones con pienso.
Pero todo no será tan bonito y seguramente estará limitado, porque al final, tenemos una alta velocidad con mentira, es decir, no todo es doble vía y eso reduce en muchos tramos la velocidad y la frecuencia.
En fin, fondos de saco como solución a proyectos fallidos, vías cojas y desmanteladas como la Ruta de Plata, soterramientos en el aire y sin respuesta, ministros que no responden a alcaldes, vallas y muros que marginan y que te hacen dudar si efectivamente estás en la ciudad donde te tienes que bajar… y mientras tanto, en otros lugares, entre otras cosas, traspaso de cercanías y sus infraestructuras y cómo no, un convenio de financiación de las obras necesarias para mejorar estas infraestructuras y modernizarlas.
Lo dicho, billetes de primera y de segunda.
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