Donald Trump firmó decenas de decretos en sus primeras horas en la Casa Blanca. Efe

Discurso a los cabreros en el Capitolio y la edad dorada

«Tengo para mí que la persona es peor que el personaje, como se ve en sus primeros hechos y en la configuración de su gobierno»

Luis Arroyo Zapatero. Rector Honorario de la Universidad de Castilla-La Mancha

Jueves, 30 de enero 2025, 06:59

Llegó al Capitolio, cuyo asalto instigó hace cuatro años, y tras saludar a los cabreros proclamó «la Edad de Oro de Estados Unidos, comienza hoy». Y se quedó tan pancho, pues ni sabe qué es el Quijote, ni mucho menos ha leído el capítulo XI, ... en el que el héroe universal pronunció el discurso a los cabreros precisamente sobre esa Edad de Oro. No sabe el nuevo presidente que desde Ovidio y otros clásicos, pasando por los poetas del renacimiento, la expresión quiere decir que hubo una edad a la que los antiguos calificaron de dorada. Así clama Don Quijote: «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella edad venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto».

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Hay entre nosotros optimistas o interesados que reclaman diferenciar entre el personaje y la persona. Pero tengo para mí que la persona es peor que el personaje, como se ve en sus primeros hechos y en la configuración de su gobierno. Para comenzar con la persona: «Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero… Las doncellas y la honestidad andaban… por donde quiera sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento le menoscabasen. Y agora, en estos nuestros detestables siglos…, no está segura ninguna», y menos aún ante un presidente que no vacila en emplear de modo torticero su dedo anular e incita a ello a todos los poderosos.

Entre sus ministros y acompañantes se contaban sujetos muy significativos. Y sigue así don Quijote: «En aquella edad añorada no existía la ley del encaje» ahora, en cambio, el presidente dejó encajados nueve magistrados de la Corte Suprema, tras haber impedido sus colegas del partido republicano que nombrara Obama al último que le correspondía. La intención se le vio cuando pretendió nombrar viceministro de justicia a un personaje acusado de delitos sexuales, entre otros con menores. Tan mal se vio que se retiró antes de mayor escándalo, aunque como fiscal general adjunto ha nombrado al abogado que le defendió en un juicio en el que fue condenado por el jurado por 34 delitos financieros, y como director de la CIA ha nombrado a quien se dedicó a desacreditar a todas las agencias de inteligencia del país; en definitiva, un patriota de la nueva era de hierro.

También estaría entre los destinatarios del discurso un antiguo presentador de televisión, promotor de pseudo ciencias, de la sanación por la fe y de creencias paranormales, que será el secretario general de sanidad. Mas los que se salven de este caerán en manos del más torpe de la familia Kennedy, traidor a su estirpe y antivacunas sistémico, que será el ministro de la sanidad entera. Tampoco queda a medias tintas el nuevo ministro de energía quien con entusiasmo asume la orden de «perforar, chicos, perforar todo» y, por todo esto si fuera poco, la responsable de educación será una promotora de escuelas de lucha libre.

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El principal del gobierno es un tipo que gesticula como si fuera un mono y cuando se hace humano levanta el brazo a la romana, algo totalmente impropio de una persona decente y especialmente peligroso en el caso de un adulto dueño de cohetes y de Twitter, la mayor empresa de comunicación y mentiras del mundo. A este le rodeaba en el acto un pequeño grupo de tecno-millonarios que, después de dominar las redes y la tecnología, quieren hacerse con el poder político en todas partes. Estos millonetis lo son porque han actuado como malandrines, precisamente apoderándose fraudulentamente de nuestros datos y convirtiéndonos en consumidores inducidos de todas las cosas: Meta con Facebook e Instagram, lo mismo que Amazon, que, además de hacerse con un imperio de la distribución, lo han conseguido apoderándose de nuestros datos y pagando una miseria a los distribuidores. Todos estos villanos no son personajes, sino personas de carne y hueso, mucho peores aún que su señor principal. La obra está la vista con las 41 medidas adoptadas en la toma de posesión, entre ellas, la anulación de las elevadas condenas de los que asaltaron el Capitolio para romper la democracia americana.

En verdad no es justo llamar cabreros a esa tropa de galeotes, pues aquellos son los que con gran esfuerzo y dedicación y muy mala retribución producen alimentos exquisitos y satisfacciones sin par. Mas bien habría que levantar un monumento a los cabreros, que tan amablemente acogieron a Don Quijote y a Sancho, porque, aunque ellos no llegaron a entender las elucubraciones de Don Quijote, dieron lugar a ellas y tuvieron la suerte de no saber que, tiempo después, llegaríamos a una Edad de Hierro frente a la que solo se ha levantado la señora Obispa de la catedral de Washington, como un renovado Don Quijote femenino, reclamando misericordia. En verdad Cervantes compuso el discurso para legitimar la caballeresca rebeldía de Don Quijote, y nos debe inspirar a todos para seguir su ejemplo, como lo ha hecho la señora Obispa.

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