La caótica conferencia de Glasgow -demasiada gente demasiados días para tratar de acordar demasiadas cosas- ha confirmado que, aunque con gran lentitud, avanza la convicción general de que es preciso hacer algo, y hacerlo sin demora, para no deteriorar irreversiblemente el planeta, no asestar un ... golpe definitivo a la biodiversidad y no contribuir a un calentamiento global que, sea o no responsabilidad exclusiva de los gases de efecto invernadero (no se ha podido demostrar que no exista además un calentamiento espontáneo, dado que la temperatura media de la tierra ha oscilado aleatorizamente tanto en el periodo histórico como en el prehistórico), está causando serios perjuicios a la humanidad. Los efectos sobre el clima, sobre los cultivos y sobre el nivel del mar ya nos muestran su cara más amenazante.
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La búsqueda de consensos sobre planificación global contra el cambio climático se ha demostrado poco práctica ya que las previsiones del Acuerdo de París no se cumplen, y cada vez es más notorio que si los cálculos de la comunidad científica se cumplen, no llegaremos a tiempo de prevenir los daños anunciados. Así las cosas, habría que reconsiderar el método y que hacer hincapié en los tres elementos que pueden aportar una solución.
El primer elemento indispensable para abordar el problema es la cooperación activa de Estados Unidos y China en favor de la descarbonización. Aunque por separado, los representantes de ambos países en Glasgow han anunciado simultáneamente que colaborarán en esta década para reducir las emisiones y contribuir significativamente a la causa global. Es reconfortante este ánimo cooperativo que además augura una distensión entre ambas administraciones que sugiere un acercamiento balsámico en muchas otras cuestiones.
El segundo elemento es la generación de una normativa coactiva que obligue a los países a sumarse al proceso, so pena de verse sometidos a sanciones y excluidos de los grandes mercados. No puede ser que estados insolidarios se aprovechen del esfuerzo ajeno para intensificar sus beneficios a costa del sacrificio de los demás.
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El tercer elemento es el logro de una financiación adecuada. Los 100.000 millones de dólares acordados, que por añadidura no estarán listos hasta 2023, para compensar a los países en desarrollo por sus sacrificios al renunciar a contaminar (cuando los países desarrollados ya lo han hecho, y gratis, durante muchas décadas) son manifiestamente insuficientes, y sin duda habrá que acarrear más recursos para evitar que las acciones contra el cambio climático generen más pobreza en los territorios ya más deprimidos. Al propio tiempo, Naciones Unidas debería asumir la gestión plena de estos recursos para garantizar el buen fin de las inversiones y la igualdad de oportunidades.
Todos estos designios tropezarán con algunas objeciones firmes que deben ser desactivadas. Es obvio que la descarbonización no agrada a los países productores de petróleo, que pondrán pie en pared a la hora de que se les exija el cese de la mayor parte de su negocio (muchos de ellos, pero no todos, han emprendido una saludable diversificación, en previsión de lo que está pasando). Parece natural que tales países encuentren con cierta facilidad un camino practicable para sobrevivir y progresar sin petróleo.
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Otro elemento que debe ser introducido en el debate es la energía nuclear, denostada universalmente por peligrosa y contaminante, cuando la realidad es que existe una energía nuclear tecnológicamente segura -el país que más la ha desarrollado, que es Francia, jamás ha sufrido incidente alguno- y que la contaminación que produce es perfectamente controlable, de forma que no cause perjuicio alguno ni al planeta ni a las generaciones que vendrán. Es por lo demás una energía limpia, que no produce emisiones, y muy barata, que al menos podría ser utilizada como puente entre la situación actual y la del predominio absoluto de las energías renovables. Será muy difícil implementar nuevas centrales nucleares en lugares vírgenes pero parece razonable mantener las actuales centrales, renovándolas si es preciso, hasta que se haya resuelto el problema de la descarbonización integral.
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